LA
ATLÁNTIDA SI EXISTIÓ
“Los
pueblos y culturas de la Edad de Piedra no son el principio ni el fin del
mundo, son únicamente la declinación y degeneración de riquísimas
civilizaciones anteriores y esto está demostrado por los restos de las culturas
prehistóricas, por los datos de la filología comparada, que demuestran la
sorprendente riqueza psicológica de las lenguas arcaicas, por los documentos
irrefutables de arte y literatura antiguos”.
“Los
pueblos verdaderamente salvajes o semi-salvajes hallados por los exploradores
modernos son, fuera de toda duda, descendientes degenerados de pueblos
extraordinariamente cultos que existieron antes de la Edad de Piedra”.
“Todos
los pueblos salvajes o semi-salvajes tienen leyendas y tradiciones de una Edad
de Oro o de una etapa heroica, pero en realidad estas tradiciones, estas
leyendas, hablan de su propio pasado, de su propia y antigua civilización”.
“El
mismo hecho explica con claridad meridiana la superioridad indiscutible de los
dibujos paleolíticos, es decir, de los más antiguos encontrados en las profundas
cavernas de la tierra, en relación con los dibujos neolíticos, es decir, los
más recientes”.
Samael Aun Weor:
“Mensaje de Navidad 67-68”
Existe en el CÓDICE BORGIA la figura de ATLANTEOTL que carga sobre sus
hombros el agua celeste exactamente como el Atlas Griego al que estamos
acostumbrados a dar prioridad como símbolo.
Huelga decir en gran manera y sin mucha prosopopeya, que el legendario
ATLAS Griego es copia fidedigna del heroico ATLANTEOTL Maya y Azteca.
Suprimida
con delicado refinamiento intelectivo la desinencia «OTL» de aquel luciente
nombre renglones arriba citado, resulta entonces la palabra ATLANTE.
ATLANTE-OTL, siendo esta palabra por sus raíces explicada, sólo nos
resta decir con gran énfasis que esto no es cuestión de vanas etimologías
empíricas, arbitrariamente seleccionadas, ni de meras coincidencias, como
suponen siempre los ignorantes ilustrados.
Extraordinarias y legítimas concordancias lingüísticas, explicables
sólo merced al tronco Atlante común a los pueblos Americanos y Mediterráneo-Semita.
Incuestionablemente, estos y aquellos tienen sus raíces en la Tierra encantada
de OLISIS, la Atlantida sumergida ahora en el mar de las tinieblas, vaho
sombrío de leyendas de horror, de naufragios pavorosos y de viajes sin
retorno...
¡Mar inmenso que en Gibraltar, más allá de las Columnas de Hércules,
tiendes proceloso tu onda infinita de Misterios infranqueables para los
navegantes!...
¡La Leyenda trágica llena tu espacio con el poder colectivo de las
generaciones que así te han contemplado, y el poeta escucha en la voz de tus
olas inmensas el rumor de tus tragedias y el crujido de tus mundos
sepultados!...
¡La Atlántida!, ese vasto continente desaparecido, que se tenía como un
ensueño de poeta; una creación de la Divina Mente de Platón, el Iniciado, y
nada más, existió realmente.
La Intuición del poeta es la visión del Genio; el que la niega es
porque no puede ver con su poder inmenso...
Los Sabios sólo son grandes cuando llegan a ser poetas; cuando
sobreponiéndose al detalle, sienten las armonías que laten en el fondo de todo
lo existente y que pueden arrebatarnos a esferas superiores...
Así es cómo el autor de las «Metamorfosis de las Plantas», pudo
escribir su «FAUSTO»; el de la Filogenia alzar su Credo; Humboldt hacer su
Cosmos y Platón el Divino, su TIMEO y su CRITIAS, como POE con su EUREKA,
poemas todos de la Vida Universal, que no es sino el Hálito de lo Oculto...
«¿Ves ese mar que abarca la tierra de polo a polo? (le dice a Cristóbal
Colón su Maestro). Un tiempo fue el Jardín de las Hespérides. Aún arroja el
Teide reliquias suyas, rebramando tremebundo cual monstruo que veía en campo de
matanza»...
«Acá luchan Titanes; allí florecían ciudades populosas..., hoy en
marmóreos palacios congréganse las focas y de algas se visten los prados donde
pacían las ovejas»...
H.P.B., en las estancias antropológicas, números 10, 11 y 12 dice
textualmente lo siguiente:
«Así de dos en dos, en las siete zonas, la Tercera Raza (Los Lemures)
dio nacimiento a la Cuarta; (Los Atlantes)».
«Los Suras o Dioses (Hombres perfectos), se convirtieron en Asuras en
NO DIOSES, (Gente Pecadora)».
«La Primera en cada Zona, era del color de la Luna; la Segunda,
amarilla como el oro, la Tercera Roja, y la Cuarta, de color castaño, que se
tornó negra por el pecado»...
«Crecieron en orgullo los de la Tercera y Cuarta (Subrazas Atlantes)
diciendo: «Somos los Reyes; Somos los Dioses»».
«Tomaron esposas de hermosa apariencia de la Raza de los aún sin mente,
o de «Cabeza estrecha», engendrando monstruos, Demonios maléficos, hombres
machos y hembras y también KHADOS con mentes pobres».
«Construyeron enormes ciudades..., labrando sus propias imágenes según
su tamaño y semejanza y las adoraron»...
«Fuegos Internos habían ya destruido la Tierra de sus Padres (La
Lemuria) y el agua amenazaba a la Cuarta Raza (La Atlántida)»...
«Las Primeras Grandes Aguas vinieron y sumergieron las Siete Grandes
Islas... Los buenos todos fueron salvados, y los malos destruidos»...
«Pocos hombres quedaron: algunos amarillos, algunos de color castaño y
negro, y algunos rojos. Los del color de la Luna (los Tuatha) habían
desaparecido para siempre».
«La Quinta Raza (la Humanidad que actualmente puebla la faz de la
Tierra, incluyendo a los Mayas, Incas, Quichés, Toltecas, Nahuas, Aztecas de la
América Pre-Hispánica), gente toda producida del Tronco Santo, (El Pueblo
Elegido Salvado de las Aguas), quedó y fue gobernada por los Primeros Reyes
Divinos»...
«Las Serpientes (Dragones de la Sabiduría o Rishis) volvieron a
descender e hicieron las paces con los Hombres de la Raza Quinta, a quienes
educaron e instruyeron»...
En el viejo Egipto de los Faraones, los Sacerdotes de SAIS dijeron a
Solón que la Atlántida había sido destruida 9.000 años antes de conversar con
él.
El famoso doctor Pablo Scliemann, quien tuvo el alto honor de haber
descubierto las ruinas de la vieja Troya, halló entre el tesoro de Príamo un
extraño jarrón de forma muy peculiar, sobre el cual está grabada una frase con
caracteres Fenicios que textualmente dice: «Del Rey Cronos de la Atlántida».
Resulta interesante saber que entre los objetos desenterrados en
Tlahuanaca, Centro América, se encontraron jarrones muy semejantes a los del
tesoro de Príamo.
Cuando dichos jarrones misteriosos fueron intencionalmente rotos con
propósitos científicos, se encontraron entre estos ciertas monedas, en las
cuales se podía leer con entera claridad una frase que decía: «Emitido en el
Templo de las Paredes Transparentes».
Ese Templo mencionado en los jarrones misterios, no cabe duda, era la
Tesorería Nacional Atlante.
Ciertamente, la Atlántida de Platón ha dejado de ser simplemente un
mito y se ha convertido en un hecho concreto, real y efectivo. Hace poco, en
España, un grupo de científicos se preparaban para la exploración de la
Atlántida. Bien saben los expertos en materia marina, que existe una gran
plataforma en el fondo del mar, entre América y Europa. Incuestionablemente,
tal plataforma es de la Atlántida.
Frente a las costas del Perú, a 1.500 metros de profundidad, se han
podido observar columnas muy bien labradas, muy bien talladas, de edificios
atlantes, y se han logrado obtener magníficas fotografías sobre el particular.
Con todo esto queda demostrada la existencia de la Atlántida. Pero los tontos
científicos continúan, como siempre, negando...
Además de todo esto, la cuestión racial, de por sí, resulta un
importante testimonio de la Atlántida. Si nos trasladáramos, si quiera por un
momento, a Toluca (México), encontraremos el ojo oblicuo, propio de la raza
japonesa y de la china oriental. Esto es más que suficiente como para
indicarnos un tronco común, entre el Este y el Oeste.
Pero continuemos estudiando algunas significantes pruebas. Para ello
paso a transcribir la traducción de un Manuscrito Maya que es parte de la
famosa colección de «LE PLONGEON», los manuscritos de Troano y que puede verse
en el Museo Británico:
«En el año 6 de Kan, el 11 Muluc, en el mes Zrc, ocurrieron terribles
terremotos que continuaron sin interrupción hasta el 13 Chuen. El país de las
lomas de barro, la Tierra de MU, fue sacrificada».
«Después de dos conmociones, desapareció durante la noche, siendo
constantemente estremecida por los fuegos subterráneos, que hicieron que la
tierra se hundiera y reapareciera varias veces y en diversos lugares. Al fin la
superficie cedió y diez países se separaron y desaparecieron. Se hundieron 64
millones de habitantes, 8.000 años antes de escribirse este libro».
En los archivos antiquísimos del antiguo templo de Lhasa (Tíbet), puede
verse una antigua inscripción Caldea escrita unos 2.000 años antes de Cristo y
que a la letra dice:
«Cuando la Estrella Bal cayó en el lugar donde ahora sólo hay mar y
cielo (el Océano Atlántico), las Siete Ciudades con sus puertas de Oro y
Templos Transparentes temblaron y estremecieron como las hojas de un árbol
movidas por la tormenta».
«Y he aquí que una oleada de fuego y de humo se elevó de los palacios;
los gritos de agonía de la multitud llenaban el aire».
«Buscaron refugio en sus templos y ciudadelas y el Sabio MU, el
Sacerdote de RA-MU se presentó y les dijo: «¿No os predije todo esto?». Y los
hombres y mujeres, cubiertos de piedras preciosas y brillantes vestiduras,
clamaron diciendo:
««¡MU, sálvanos!» y MU replicó: «Moriréis con vuestros esclavos y
vuestras riquezas, y de vuestras cenizas surgirán nuevas naciones»».
««Si ellos (refiriéndose a nuestra actual raza Aria) se olvidan de que
deben ser superiores, no por lo que adquieren sino por lo que dan, la misma
suerte les tocará»».
«Las llamas y el humo ahogaron las palabras de MU, y la tierra se hizo
pedazos y se sumergió con sus habitantes en las profundidades en unos cuantos
meses».
¿Y qué podrían ahora exclamar nuestros amables críticos, ante estas dos
Historias, una del Tíbet Oriental y otra de Mesoamérica, que en forma
específica relatan ambas la misma catástrofe?.
Además de tan extraordinarias similitudes, si de verdad anhelamos más
evidencias, es obvio que debemos entonces apelar a la Filología.
Resulta palmario y manifiesto que el «VIRACOCHA» Peruano, es
ciertamente el mismo «VIRAJ», Varón Divino, «KABIR», o «LOGOS» de los Hindúes,
el «INCA» palabra esta que al escribirse con las sílabas invertidas puede
leerse «CAIN» (Sacerdote-Rey).
Por eso, no son de extrañar las infinitas conexiones intrínsecas que la
Doctrina y los hechos de los Primeros Incas guardan con toda la Iniciación
Oriental.
Evidentemente el Gran Historiador Romano César Cantú, liga sabiamente a
los primeros Incas con ciertas tribus Mongoles, o SHAMANAS antiquísimas, lo que
equivale a decir que en eso de la inopinada presentación del Manú del Norte, o
MANCO CAPAC, y de su noble compañera (COYA o IACO) se dio acaso la milagrosa
circunstancia que inteligentemente nos hace notar H.P.B., relativa al fenómeno
Teúrgico de esos Seres puros o SHAMANOS, que suelen prestar su cuerpo físico a
los Genios de los Mundos Suprasensibles, con el evidente propósito de ayudar a
la humanidad; portento este que en modo alguno debe confundirse con el
Mediumnismo de tipo espiritista...
El Inefable «TAO» Chino, es el mismo «DEUS» Latino, el «DIEU» Francés,
el «THEOS» Griego, el «DIOS» Español, y también el «TEOTL» Náhuatl Azteca.
El «PATER» Latino, incuestionablemente y en forma irrebatible, resulta
ser el mismo «FATHER» Inglés, el «VATER» Alemán, el «FADER» Sueco, el mismísimo
«PADRE» Español y por último el «PA» o «BA» INDO-AMERICANO.
La dulce «MATER» del Latín, indubitablemente, es la misma «MAT» Rusa,
la «MERE» Francesa, la «MOTHER» Inglesa, la Noble «MADRE» Española y también la
«NA» o «MAYA» en Maya o Quechúa.
Extraordinarias similitudes lingüísticas que señalan e indican, algo
más que mera ostentación, pavonada o boato etimológico...
UN ENORME CONTINENTE
Nuestro planeta Tierra no ha sido siempre como es ahora, ha cambiado se
fisonomía varias veces. Si nosotros examinamos los cuatro mapas de Elliott
Scott veremos que la Tierra hace un millón de años, era completamente
diferente. Esos cuatro mapas geográficos merecen ser tenidos en consideración.
Se parecen a cuatro mapas que existieron y que todavía siguen existiendo en
algunas criptas subterráneas del Asia Central. Tales mapas son desconocidos
para los sabihondos de la ciencia materialista. Se guardan secretamente con el
propósito de conservarlos intactos, pues bien sabemos que los señores de la
falsa ciencia están siempre dispuestos a alterar todo con tal de justificar sus
tan cacareadas teorías.
El primero de esos mapas de Elliott Scott llama mucho la atención,
resulta interesantísimo. En él se ve lo que era el mundo hace unos ochocientos
mil años antes de Jesucristo. Entonces la región de los braquicéfalos de la tan
cacareada antropología ultramoderna no existía.
Desde el estrecho de Bering, pasando por Siberia y Europa hasta Francia
y Alemania, lo único que había era agua. No había surgido propiamente dicho la
Siberia y la Europa de entre el fondo de los océanos.
Del Africa no existía sino la parte oriental, porque el Oeste y el Sur
de aquel continente esta sumergido entre la olas embravecidas del océano. Aquel
pequeño continente que entonces existiera en el Africa Oriental era conocido
con el nombre de Grabonci.
La América del Sur estaba hundida entre las aguas del océano, no había
surgido a la existencia. Estados Unidos, Canadá, Alaska, todo eso esta
sumergido entre el océano y sin embargo México existía.
Parece increíble que ochocientos mil años antes de Jesucristo ya
existía México. Cuando todavía Europa no existía, México existía; cuando
Suramérica no había salido de entre el fondo del océano, México existía.
Esto nos invita a comprender que entre las entrañas de esta tierra de
México, tan arcaica como el mundo, existen tesoros arqueológicos y esotéricos
extraordinarios que todavía no han sido descubiertos por la pala de los
arqueólogos.
El antiguo mar de Kolhidius, situado al noroeste del continente recién
formado entonces y conocido como Ashhark (Asia), cambió de nombre, y hoy se le
conoce con el nombre del mar Caspio.
Las costas de este mar Caspio estaban formadas por tierras que al
emerger del océano se habían unido al continente del Asia.
Al Asia, el mar Caspio y todo ese bloque de tierra junto, es lo que hoy
en día se conoce como Cáucaso.
Dicho bloque, en aquellos tiempos se llamó Frianktzanarali y más tarde
Kolhidishissi, pero hoy en día, como ya dijimos y lo repetimos, es el Cáucaso.
En aquel entonces un gran río que fertilizaba toda la rica tierra de
Tikliamis, desembocaba en el mar Caspio, ese río se llamaba entonces Oksoseria,
y todavía existe, pero ya no desemboca en el mar Caspio, debido a un temblor
secundario que lo desvió hacia la derecha.
El rico caudal de agua de ese río se precipitó violentamente por la
zona más deprimida del continente asiático, dando origen al pequeño mar de
Aral; pero el antiquísimo lecho de ese viejo río, llamado ahora Amu Darya,
todavía puede verse como un sagrado testimonio del curso de los siglos.
La Atlantida pasó por terribles y espantosas catástrofes antes de
desaparecer totalmente.
La primera catástrofe se sucedió hace 800.000 años poco más o menos; la
segunda catástrofe acaeció hace unos 200.000 años; la tercera catástrofe
acaeció hace unos 11.000 años y de la cual, como de su diluvio, guardan más o
menos confuso recuerdo todos los pueblos.
Después de la tercera gran catástrofe, que acabó con la Atlántida, el
antiguo país de Tikliamis, con su formidable capital situada en las riberas del
ya citado río, que desembocaba en el mar Caspio y que más tarde dio origen al
mar Aral, fue cubierto con todos sus pueblos y aldeas por las arenas, y ahora
es sólo un desierto.
Por aquellas épocas, desconocidas para un César Cantú y su Historia
Universal, existía en el Asia otro bello país conocido con el nombre de
Marapleicie; este país comerciaba con Tikliamis y hasta existía entre ambos
muchísima competencia comercial.
Más tarde, este país de Marapleicie vino a tomar el nombre de
Goblandia, debido a la gran ciudad de Gob.
Goblandia y su poderosa ciudad fueron tragadas por las arenas del
desierto. Entre las arenas del desierto de Gob se hallan ocultos riquísimos
tesoros Atlantes y poderosas máquinas desconocidas para esta gente de la raza
aria.
De cuando en cuando las arenas dejan al descubierto todos esos tesoros,
mas nadie se atreve a tocar eso, porque aquel que lo intenta es muerto
instantáneamente por los Gnomos que lo cuidan.
Sólo los hombres de la futura Sexta Gran Raza podrán conocer esos
tesoros, y eso a condición de una conducta recta.
En época de la antigua Atlántida existían ciudades poderosas: Yafabín
era la París de la época, donde se reunía la élite intelectual, y Toyan, la
ciudad de las siete puertas, situada en el ángulo suroeste, era la capital de
aquel gran país.
La Atlántida en sí se proyectaba desde el Brasil hasta las Azores, eso
está completamente comprobado, y desde Nueva Escocia, directamente por todo el
océano Atlántico.
Así que en realidad de verdad la Atlántida cubría en su totalidad el
océano que lleva su nombre. Era un gran país: imaginen por un momento ustedes a
la Atlántida proyectándose hasta las Azores, hasta Nueva Escocia y descendiendo
hasta donde hoy es Brasil.
Restos de la Atlántida tenemos nosotros el archipiélago de las
Antillas, etc., las Canarias también son vestigios de lo que fue la Atlántida y
aún la misma España no es más que un pedazo de la antigua Atlántida.
¡Cuán enorme continente era! Se extendía de Sur a Norte; era grandioso.
Se hundió a través de incesantes terremotos. Varias catástrofes, tal como
afirmamos, fueron necesarias para que la Atlántida desapareciera
definitivamente.
Que se hubiera hundido aquel continente «como la nata en la leche»
resulta absurdo, es una aseveración necia de los ignorantes ilustrados. Si la
Atlántida se hundió fue a consecuencia de la revolución de los ejes de la
Tierra; mas esto no lo saben los adictos del materialismo.
La catástrofe de la Atlántida dejó en mala situación a nuestros
continentes. Observen ustedes las Américas y verán que del lado del Pacífico se
inclinan como queriendo hundirse en el océano, mientras se levanta el lado
oriental. Es algo similar a lo que le sucede a un barco: nunca se hunde
verticalmente, sino siempre de lado.
La misma cordillera de los Andes se carga hacia el océano Pacífico.
Miremos a Europa: no hay duda que por el Mediterráneo quiere hundirse, está más
sumergida hacia la profundidad. Lo mismo sucede con Alemania y Rusia. El
continente asiático está inclinado como queriéndose hundir por el mar de la
Indias. Los continentes quedaron dañados por la gran catástrofe de la Atlántida
que desequilibró la formación geológica de nuestro mundo.
Siempre existe una edad primaria, secundaria, terciaria y cuaternaria.
Pensemos en estas edades en relación con los movimientos que experimenta la
yema terrestre, ese movimiento geológico que se procesa periódicamente sobre su
propio eje, en el movimiento de continentes sobre esa substancia pastosa y
gelatinosa.
La Tierra se parece en su constitución a un huevo: los continentes son
como la yema sosteniéndose sobre una substancia clara pastosa, fluídica y
gelatinosa. Esa yema no está quieta, se mueve y gira sobre un eje
periódicamente.
Desde ese punto de vista podemos hablar de edades primarias,
secundarias, terciarias y cuaternarias, de un Eoceno, de un período primario
desconocido por las gentes, del Oligoceno, Mioceno y Plioceno, con esta clase
de catástrofes que también las hay, con glaciaciones terribles, no lo negamos.
La Atlántida marca el término de la era terciaria, en el final de la Atlántida,
aclaro. Esa era terciaria fue bellísima por sus edenes y deliciosa por sus
grandes paraísos.
Han surgido varias glaciaciones. No hay duda de que nos acercamos a
otra glaciación. Hay catástrofes producidas por la revolución de los ejes de la
Tierra, por la verticalización de los polos del mundo. También hay catástrofes
que son producidas por el movimiento de los continentes. Entonces surgen
terremotos y vienen glaciaciones.
Se
habla de cinco glaciaciones que se procesaron de acuerdo con los movimientos de
los continentes, pero debemos saber que han sucedido glaciaciones producidas
por la verticalización de los polos de la Tierra.
Durante la época de la Atlántida, los Polos Norte y Sur no estaban
donde están ahora. Entonces, el Polo Norte, el Artico, estaba ubicado sobre la
línea ecuatorial, en el punto más extremo oriental del Africa y del Antártico.
El Polo Sur se hallaba exactamente ubicado sobre la misma línea
ecuatorial, hacia lo opuesto, en un lugar específico en el Pacífico.
Ha habido, pues, cambios tremendos en la fisonomía del globo terrestre.
Los verdaderos mapas antiguos son desconocidos para los sabios de esta época.
En las criptas secretas de los Lamas, en los montes Himalayas, hay mapas de la
Tierra antigua, cartas geográficas que demuestran que nuestro mundo tuvo otra
fisonomía en el pasado...
UNA PODEROSA
CIVILIZACIÓN
“El
hombre que inventó los fatídicos términos Bien y Mal fue un Atlante llamado
MAKARI KRONVERNKZYON, miembro distinguido de la científica sociedad Akaldan
situada en el sumergido continente Atlante”.
“Jamás
sospechó el viejo sabio arcaico el daño tan grave que iba a causar a la
humanidad, con el invento de sus dos palabritas”.
“Los
Sabios Atlantes estudiaron profundamente todas las FUERZAS EVOLUTIVAS,
INVOLUTIVAS Y NEUTRAS de la Naturaleza; pero a este viejo sabio se le ocurrió
la idea de definir las dos primeras con los términos BIEN y MAL. A las Fuerzas
de tipo Evolutivo las llamó BUENAS y a las Fuerzas de tipo Involutivo las
bautizó con el término de MALAS. A las Fuerzas Neutras no les dio nombre
alguno”.
“Dichas
fuerzas se procesan dentro del hombre y dentro de la Naturaleza siendo la
fuerza Neutra el punto de apoyo y equilibrio”.
“Muchos
siglos después de la sumersión de la Atlántida con su famosa Poseidonis de la
cual habla Platón en su “República”, existió en la civilización oriental
TIKLYAMISHAYANA un sacerdote antiquísimo, que cometió el gravísimo error de
abusar con los términos Bien y Mal, utilizándolos torpemente para basar sobre
ellos una Moral. El nombre de dicho sacerdote fue ARMANATOORA”.
“Con
el devenir de la historia a través de los innumerables siglos, la humanidad se
vició con estas palabritas y las convirtió en el fundamento de todos sus
Códigos Morales. Hoy en día estas dos palabritas las encuentra uno hasta en la
sopa”.
Samael Aun Weor:
“Educación Fundamental”
Sobre la Atlántida se desenvolvió una gran raza, una raza de gigantes:
tenían cuerpos de hasta tres metros de estatura (por eso es que la leyenda de
los siglos nos habla de «Briareo», «el de los cien brazos»); una verdadera raza
de cíclopes. Esa raza llegó a tener una civilización poderosa, millones de
veces más poderosa que la nuestra.
Tuvo la
raza Atlante sus cuatro Estaciones, su Primavera, es decir, su Edad de Oro;
entonces no existían fronteras, todo era amor, la inocencia reinaba sobre la
faz de la tierra.
Las gentes sabían tocar la Lira y estremecían al Universo con sus
melodías, entonces realmente la Lira no había caído hecha pedazos sobre el
pavimento del Templo. Quienes gobernaban la Atlántida eran Reyes Divinos, Reyes
Sagrados, que tenían poder sobre el fuego, el aire, el agua y la tierra, sobre
todo lo que es, ha sido y será.
Más tarde reinó la Edad de Plata, durante la cual todo pareció
decrecer; sin embargo, todos los hombres seguían comunicándose con los Seres
Inefables (los Angeles del Cristianismo).
Cuando llegó la Edad de Cobre la Luz se oscureció; ya no hubo los
esplendores de antes; comenzaron a establecerse fronteras, se iniciaron las
guerras, nacieron los odios, el egoísmo, la envidia, etc., y al fin llegó la
Edad Negra, la Edad de Hierro: obviamente la Edad de Cobre fue la precursora de
la Edad de Hierro Atlante. La Edad de cobre fue el otoño, y la Edad de Hierro,
el invierno.
En la Edad de Hierro los Atlantes desarrollaron una poderosa
civilización, crearon cohetes atómicos que podían viajar no sólo a la Luna,
sino a Mercurio, Venus, Marte, y en general, a todos los planetas del Sistema
Solar.
Yo viví en la Atlántida y puedo dar testimonio de eso. En una de
aquellas ciudades había un cosmo-puerto maravilloso; de ese cosmo-puerto salían
naves cósmicas, cohetes atómicos a uno u otro planeta del Sistema Solar. A mí
me gustaba llegar a una especie de Caravansin, así se llamaba a los
restaurantes de aquella época, y de allí contemplábamos, a través de grandes
ventanas de vidrio, todo el cosmo-puerto. Me gustaba ver como salían esos
cohetes rumbo a la Luna. Al principio eso causaba gran asombro y no se sentían
sino los gritos de las multitudes, después se volvió muy común.
En la Atlántida hubo una civilización que ni remotamente sospechan los
seres humanos de estos tiempos. Las casas de los Atlantes estaban rodeadas
siempre de muros, de murallas, tenían jardines delante y detrás de ellas.
El continente Atlante se extendía y orientaba hacia el Austro, y los
sitios más elevados hacia el Septentrión, sus montes excedían en grandeza,
elevación y número a todos los que existen actualmente.
Los leones arrastraban los carruajes. Ustedes ven los leones hoy en día
furiosos, terribles, pues en la Atlántida los leones servían como animales de
tiro, arrastraban los carros en que andaban los reyes y algunos ciudadanos.
Esos animales, en aquella época, eran domésticos.
Los perros eran mucho más grandes, enormes, ahora son pequeños; eran,
en aquella época mastodontes. Servían para defender las casas de los
ciudadanos, eran furiosos. Los caballos también existían pero eran gigantescos.
Existían elefantes enormes, los mamuts antecesores de los elefantes, abundaban
mucho en las selvas y montañas, eran enormes.
Los Atlantes aprendieron a desgravitar los cuerpos a voluntad. Con un
pequeño aparato que cabía en la palma de la mano, podían levitar cualquier
cuerpo por pesado que éste fuese.
Los Atlantes, expertos en trasplantes, no sólo trasplantaron vísceras
como el corazón, riñones, páncreas, etc., sino que también aprendieron a
trasplantar cerebros. Esto de trasplantar cerebros fue ya el colmo en la
ciencia de los trasplantes; así hubo sujetos que pudieron continuar viviendo en
cuerpos diferentes y sin interrupción, trasplantando sus cerebros de un
organismo a otro.
La ciencia de los Atlantes fue formidable: aún hay cavernas secretas en
los Himalayas donde se conservan ciertos aparatos mecánicos que pueden
transmitir telepáticamente el conocimiento a quien lo desee. No necesitaban,
pues, devanarse tanto los sesos para adquirir conocimiento.
En el campo de la Física Nuclear, consiguieron el alumbrado atómico en
forma masiva. Todas las ciudades usaban el alumbrado atómico: los campos
estaban iluminados por Energía Nuclear, sus casas por Energía Atómica. Las
lámparas atómicas iluminaban los Palacios y los Templos de «Paredes
Transparentes». Bien sabemos que hay ciertas cavernas en el Asia donde aún se
conservan lámparas atómicas que pertenecieron a los Atlantes.
Dentro del terreno de la Mecánica, puedo asegurarles que sus
automóviles no sólo eran anfibios, sino que también podían volar por los aires
y eran propulsados por Energía Nuclear (extraían la energía, no solamente del
uranio y del radio, sino de muchos otros metales, y de muchos granos vegetales
también, y les salía muy barata).
En materia de navegación aérea, tuvieron naves más poderosas que las
actuales: verdaderos barcos voladores, o «buques-volantes», que también eran
propulsados por Energía Nuclear.
Aprendieron los Atlantes también a utilizar la Energía Solar; lo peor
de todo fue que desarrollaron poderes mágicos para el mal. Además de
científicos eran magos: llegaron a construir un robot y dotarlo de un principio
inteligente; bien sabían ellos de los elementales del Fuego, de los Aires, de
las Aguas y de la Tierra.
Para ellos los Elementales de la Naturaleza, eso que los cuentos de
niños llaman Hadas, Salamandras o Silfos, eran una tremenda realidad. Aún
poseían el sentido de la clarividencia. Es obvio que con este sentido podían
ver perfectamente no sólo el mundo tridimensional de Euclides, sino aún más,
ver también la Cuarta Coordenada, la Quinta, la Sexta y hasta la Séptima.
Entonces, se apoderaban de cualquiera de esas criaturas de los
Elementos, criaturas invisibles para los sentidos ordinarios y los metían
dentro de sus robots. Tales robots, de hecho se convirtieron en seres
inteligentes, en seres que servían a sus amos, pudiendo informar a éstos sobre
los peligros que les acechaban y en general sobre múltiples cosas de la vida
práctica.
Fueron enormemente aventajados los Atlantes. Existía una Universidad
Atlante maravillosa. Quiero referirme, en forma enfática, a la SOCIEDAD
AKALDANA, una verdadera Universidad de sabios. Estos estudiaron la «Ley del Eterno
Heptaparaparshinock» (la Ley del Siete) a la maravilla; aprendieron a
concentrar los rayos solares para hacerlos penetrar en determinadas cámaras,
sabían transformar los siete colores del Prisma Solar, es decir, sacar la
«positiva» de los rayos del Prisma Solar.
Una cosa es ver los siete colores prismáticos, y otra cosa es
transformarlos en forma positiva, sacarles la «positiva». Los científicos
modernos han estudiado los siete colores fundamentales del espectro solar, pero
no les han sacado la «positiva» a esos siete colores. Los sabios Atlantes
sabían sacarle la «positiva real» a los siete colores del Prisma Solar; con esa
«positiva» de los siete colores, realizaban verdaderos prodigios.
Recuerdo,
al efecto, el caso de dos sabios chinos que hicieron experimentos (también al
estilo Atlante) con los siete colores, del Espectro Solar. Sacando la
«positiva», por ejemplo, de los siete colores, pusieron opio ante un rayo
coloreado, y entonces vieron cómo el opio se transformaba en otras substancias.
Pusieron un pedazo de bambú, humedecido en determinada substancia de un color
azul, por ejemplo (positivo, no negativo del Espectro Solar), y se vio cómo ese
bambú se teñía firmemente con el color azul... Se hizo pasar, por ejemplo, el
sonido (tales notas: la nota DO, o RE, o MI), en combinación con determinado
color, y se vio cómo la nota alteraba el color, le daba otro color
completamente diferente.
Se usaron los siete rayos, en su forma positiva, para realizar
prodigios en el continente Atlante; se estudió a fondo la «Ley del Eterno
Heptaparaparshinock».
Un
sabio Atlante, que usaba leche de cabra mezclada con resina de pino sobre una
placa de mármol, vio cómo al descomponerse aquella leche con la resina, formaba
siete capas distintas, y se indujo a estudiar la «Ley del Eterno
Heptaparaparshinock», la Ley del Siete.
El rito más poderoso de la Atlántida, fue el del Dios Neptuno. Este
Dios gobernó sabiamente la Atlántida; llegó a tomar cuerpo físico en la Tierra,
y vivió en la Atlántida y escribió sus preceptos en las columnas de los
Templos. Era de admirarse y verse el Templo Sacratísimo de este Dios Santo. Las
paredes o muros plateados de dicho templo asombraban por su belleza, y las
cúpulas y techos eran todos de oro macizo de la mejor calidad.
El marfil, la plata, el oro, el latón, lucían en el interior del Templo
de Neptuno, con todos los regios esplendores de los antiguos tiempos.
La gigantesca escultura sagrada del muy venerado y muy sublime Dios
Neptuno era toda de oro puro. Aquella inefable estatua misteriosa, montada en
su bello carro arrastrado por exóticos corceles, y la respetable corte de cien
Nereidas, infundían en la mente de los devotos Atlantes profunda veneración.
Antiguas tradiciones afirman que los Atlantes tuvieron además un metal
más precioso que el oro, y éste fue el famoso «Orichalcum».
El
culto a Neptuno fue famosísimo, igual que el de los Elementales de las Aguas,
el de las Sirenas del inmenso mar, las Nereidas, el de los Genios del océano.
Fue una época extraordinaria, Neptuniana, Amentina, antiquísima, que venía de
un remoto pasado.
LA DECADENCIA ATLANTE
Las ciudades Atlantes fueron florecientes mientras sus habitantes
permanecieron fieles a la religión de sus padres, mientras cumplieron con los
preceptos del Dios Neptuno, mientras no violaron la ley y el orden, pero cuando
profanaron las cosas sagradas, cuando abusaron del sexo, cuando se mancharon
con los siete pecados capitales, fueron castigados y sumergidos con todas sus
riquezas en el fondo del océano.
Aún me
viene a la memoria el caso de KETABEL, «la de los tristes destinos», una Reina
Atlante que gobernó soberana en los estados del sur del continente sumergido, y
en la poderosa ciudad de las Puertas de Oro.
La belleza maligna de Ketabel cautivaba con su Necromancia, fascinaba y
seducía con sus encantos a príncipes y reyes, y muchas doncellas y niños fueron
inmolados en su nombre a las tenebrosas entidades de los Mundos Internos.
La medicina sacerdotal Atlante descubrió por aquellos tiempos lo que
hoy podemos llamar científicamente la Opoterapia humana, es decir, la
aplicación a los enfermos y caducos de los jugos glandulares de Pituitaria,
Tiroidina, Adrenalina, etc.
Esos
sacerdotes-médicos no sólo utilizaban la química de dichas glándulas
endocrinas, hormonas, jugos, sino también la hiperquímica de tales glándulas,
los fluidos psíquicos vitales de los chacras o centros magnéticos del organismo
humano, íntimamente relacionados con tales centros endocrinos.
Las víctimas de la inmolación, después de ser retiradas de las piedras
de sacrificio, eran llevadas a ciertas cámaras secretas donde los
sacerdotes-médicos extraían de tales cadáveres las preciosas glándulas
endocrinas, tan necesarias para conservar el cuerpo de la Reina fatal, que con
todo el encanto y la belleza de una juventud soportó el peso de muchos siglos.
Lo más espantoso de todo era aquel momento en que los sacerdotes,
después de extraer secretamente las glándulas del cadáver, lo arrojaban a las
fanáticas muchedumbres envilecidas que, sedientas, se lo devoraban; desgraciadamente,
esos pueblos se volvieron antropófagos. Así comenzó la degeneración o
involución de los Atlantes.
Desgraciadamente con el Kali-Yuga se degeneró la raza Atlante
terriblemente, la gente se entregó a la magia negra: se echaba una palabra ante
el enemigo, un mantram, y el enemigo caía muerto instantáneamente. Podían, los
Atlantes fabricar un monstruo mental y luego cristalizarlo mediante la
voluntad; posteriormente lo alimentaban de sangre.
En la decadencia de la raza Atlante, sucedieron cosas horribles: la
humanidad degeneró en vicios, en el homosexualismo, en el lesbianismo, en las
drogas, etc. Las fuerzas del sexo fueron utilizadas pero para el mal, para
causar daño a otras personas a distancia. El alcohol, lo mismo que ahora, la
lujuria, la degeneración llevada al máximo, acabó con un floreciente imperio.
En sus tiempos de esplendor fue bellísima, pero cuando ya degeneró se vieron
cosas horribles.
Las guerras Atlantes en los últimos tiempos fueron espantosas, se usó
la Energía Nuclear; bombas atómicas acabaron con preciosas ciudades de la
Atlántida.
Llegó el día en que hubo una revolución de los ejes en la Tierra: los
mares se desplazaron cambiando sus lechos, lo que eran polos se convirtió en
ecuador, lo que era ecuador se convirtió en polos. Entonces perecieron millones
de personas. Todas esas ciudades poderosas de la Atlántida quedaron sumergidas
en el océano que lleva su nombre.
Los Sacerdotes de SAIS dijeron a Solón:»Todos cuantos cuerpos celestes
se mueven en sus órbitas, sufren perturbaciones que determinan con el tiempo
una destrucción periódica de las cosas terrenales por un gran fuego».
La historia del Diluvio Universal, cuyas versiones se encuentran en las
tradiciones de todas las razas humanas, son simples recuerdos de la Gran
Catástrofe Atlante.
Adviene a la memoria en estos momentos el caso de las multitudes que
invadieron el gigantesco Templo de Neptuno entre los terremotos, el fuego y las
inundaciones. Las gentes desesperadas clamaban al gran sacerdote Ramú diciendo:
«¡Ramú, sálvanos!» Ramú apareció ante todos exclamando: «Ya os lo había dicho,
pereceréis con vuestras mujeres, vuestros esclavos y vuestros hijos, y la
futura raza si va a seguir vuestro ejemplo, también perecerá». Cuentan las
tradiciones que las últimas palabras de Ramú fueron ahogadas por el humo y las
llamas. El continente Atlante se hundió en medio de fuertes terremotos.
La catástrofe que acabó con la Atlántida fue pavorosa. No cabe duda
alguna que el resultado de la violación de la Ley es siempre catastrófico.
Concluida aquella gran catástrofe se inició una nueva raza. Obviamente
de entre aquellas multitudes que perecieron, antes que la catástrofe sucediera,
se escapó un pueblo.
Sostienen las tradiciones que un gran Maestro llamado Vaivasbata, el
Noé bíblico, advirtió a las gentes sobre lo que iba a suceder, pero estas se
mofaron de él y en vísperas del gran cataclismo comían, bailaban, se divertían
y se daban en casamiento.
Los
Santos que rigen el destino de la humanidad, exhortaron al Manú Vaivasbata para
que saliera con su pueblo antes de que el continente Atlante se sumergiera, y
éste supo escaparse oportunamente al frente de su pueblo. Tuvo que huir de
noche, y como quiera que los señores de la Faz Tenebrosa, los reyes y dueños de
esos poderosos robots, tenían aviones maravillosos con los cuales podían
fugarse a través del espacio, entonces los líderes del selecto pueblo del Manú
Vaivasbata se apoderaron de aquellas naves y las destruyeron.
Cuando los perversos moradores de aquellas tierras despertaron de su
sueño, porque el viaje fue nocturno, con gran asombro notaron que las aguas
estaban invadiendo sus tierras. Inmediatamente fueron en busca de sus naves
aéreas; comprendieron lo sucedido y trataron de perseguir al pueblo selecto,
pero sólo lograron matar unos pocos.
Aquellos señores de la Faz Sombría (los Atlantes) murieron, fueron
devorados por las aguas.
Hoy en el fondo del océano Atlántico subyacen ciudades maravillosas; en
los ricos parajes donde antes existieran salas espléndidas, bullicio de gentes,
ahora sólo los recorren los peces...
No hay comentarios:
Publicar un comentario