Este capitán español tuvo la mala suerte de naufragar en el Mar Caribe en 1526,
y simultáneamente tuvo la buena suerte de salir vivo del trance. Fue el único
miembro de la tripulación que sobrevivió. Nuestro hombre se vio solo en un lugar
sin casi vegetación y sin fuentes de agua dulce. Serrano no se amilanó por todo
esto y comenzó a cazar pájaros y a pescar para procurarse alimento y a recoger
agua de lluvia para no morir de sed.
Cuando llevaba tres meses allí
perdido, solo y sin un triste balón de voleibol con el que hablar, llegó a la
isla el superviviente de otro naufragio. Con compañía, lo que haría la situación
más llevadera, Serrano seguía esperando que lo rescataran, pero aquel pedazo de
tierra no estaba en las cartas marinas de la época y la zona no debía tener
mucho tráfico. Viendo que todo el que pasaba por allí acababa naufragando,
tampoco parece extraño. Aunque sea un tópico de las historias de este tipo,
aquellos hombres construyeron un refugio y cuando había maderas que quemar,
restos del algún naufragio, intentaban que el humo fuera visible para ser
rescatados.
En 1534 aquella paciencia y aquella capacidad de resistencia
tuvieron por fin recompensa. Un galeón divisó el humo y un bote fue enviado para
rescatarlos. 8 años había durado la aventura para Serrano y su compañero. Este
último tuvo la mala suerte, después de resistir años en una isla desierta, de
morir a bordo del galeón. Me recuerda el final de este hombre a aquello de remar
y remar para ahogarse en la orilla.
Pedro Serrano volvió a España y se
convirtió en un hombre famoso en Europa. Ganó una buena cantidad de dinero y
todos le admiraban por aquella aventura que narraba. El relato de este hombre,
que él mismo narró, está conservado en el Archivo General de Indias de Sevilla.
Por cierto, el banco de arena en el que naufragó se llama hoy Serrana Bank
(Banco de Serrana) en su honor.
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