En 1942, Serrano Súñer era ministro de Asuntos Exteriores de España y en ese
momento, con la Segunda Guerra Mundial aún no decantada del lado aliado, eran
mejores las relaciones con los alemanes que con los británicos. Además, estaba
por medio el conflicto de Gibraltar que el régimen español se encargaba de
alimentar.
Estando las cosas así, llegó un grupo de personas a las puertas de la embajada británica en Madrid a protestar por el tema del peñón. El embajador de su Graciosa Majestad, Samuel Hoare, telefoneó a Serrano Súñer para protestar. El español le contestó:
―¿Quiere que le envíe más guardias?
―No, señor ministro. Prefiero que me mande menos manifestantes.
Como decía, una leyenda, pero muy ilustrativa de las relaciones entre españoles y británicos en aquel momento. Y una buena muestra de cómo dar una queja con estilo, por parte del británico.
Estando las cosas así, llegó un grupo de personas a las puertas de la embajada británica en Madrid a protestar por el tema del peñón. El embajador de su Graciosa Majestad, Samuel Hoare, telefoneó a Serrano Súñer para protestar. El español le contestó:
―¿Quiere que le envíe más guardias?
―No, señor ministro. Prefiero que me mande menos manifestantes.
Como decía, una leyenda, pero muy ilustrativa de las relaciones entre españoles y británicos en aquel momento. Y una buena muestra de cómo dar una queja con estilo, por parte del británico.
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