A pesar de los esfuerzos de sus biógrafos, un fondo de
leyenda sigue aún planeando sobre la figura de Walt Disney. Un repetido rumor
asegura que Disney era un emigrante europeo, probablemente español, que llegó a
los Estados Unidos y que, más tarde, por temor a suspicacias, falseó su origen.
También han sido mitificadas las circunstancias de su muerte: muchos creyeron
que Disney había sido congelado con modernas técnicas de hibernación. Su cuerpo
aún permanecería así con las constantes vitales suspendidas, a la espera de un
futuro en que pudiese despertar y nuevos procedimientos quirúrgicos reparasen
su salud.
Pero la prosaica realidad es que el cadáver Disney fue
incinerado por deseo de sus familiares. No ha de extrañar, sin embargo, toda
esta mezcla de realidad y fantasía alrededor de quien pasó a la historia de la
cultura occidental como uno de los más prolíficos, contradictorios e
influyentes cultivadores de la imaginación infantil.
Walter Elias Disney nació el 5 de diciembre de 1901 en
Chicago, Illinois. Cuarto de los cinco hijos que tuvieron Elias y Flora Disney,
su infancia transcurrió entre apuros económicos y bajo la severidad de su
padre, carpintero de profesión, que probó suerte en toda clase de negocios sin
que nunca consiguiera mejorar su maltrecha economía. Eternamente menospreciado
por su padre, Walt creció muy unido a su madre, una antigua maestra
descendiente de alemanes, y a su hermano Roy, ocho años mayor que él.
En 1906, Elias Disney decidió empezar una nueva vida en
una granja cerca del pequeño pueblo de Marceline, Missouri, donde Walt
descubrió la naturaleza y los animales. También entonces nació su interés por
el dibujo, que compartió con su hermana pequeña, Ruth. Elias Disney hacía
trabajar tan duro a sus hijos en el mantenimiento de la granja que los dos
mayores, Herbert y Raymond, decidieron dejar el hogar para instalarse por su
cuenta otra vez en Chicago.
Los difíciles comienzos
La precaria situación en que quedó la familia con la
marcha de los dos jóvenes empeoró en el invierno de 1909, cuando el padre
contrajo fiebres tifoideas y la enfermedad le obligó a vender la granja y a
trasladarse a Kansas City, Missouri, donde encontró un empleo como repartidor
de periódicos, tarea en la que Roy y Walt le ayudaban. Ello supuso un menor
rendimiento del pequeño Walt en la escuela, donde nunca fue un alumno
aventajado. Pasados un par de años, Walt, que ocasionalmente ganaba algún
dinero vendiendo sus caricaturas, se matriculó en el Instituto de Arte de
Kansas City, donde aprendió las primeras nociones sobre la técnica del dibujo.
En aquellos años de su adolescencia descubrió el cine, un invento que le
apasionó desde el primer momento.
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Durante la guerra fue conductor de ambulancias
(el dibujo en la lona es del propio Disney)
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En 1917, cinco años después de que Roy Disney abandonara
también el hogar paterno, Elias Disney se trasladó con su mujer y sus dos hijos
pequeños de nuevo a Chicago, donde probó suerte montando una pequeña fábrica de
mermelada. En la primavera de 1918, Walt, con sólo diecisiete años, falsificó
su partida de nacimiento y se enroló como soldado en la Cruz Roja para combatir
en la Primera Guerra Mundial. Llegó a Europa cuando ya había paz, pero estuvo
destinado en Francia y Alemania hasta septiembre de 1919. Una vez licenciado,
se fue a vivir con su hermano Roy a Kansas City, donde buscó empleo como
dibujante.
Su sueño era convertirse en un artista del Kansas City
Star, el diario que había repartido en su infancia, pero encontró trabajo como
aprendiz en una agencia de publicidad, la Pesmen-Rubin Commercial Art Studio.
Con un sueldo de 50 dólares al mes, en aquel empleo conoció a Ubbe Iwerks, un
joven de su misma edad y excepcionalmente dotado para el dibujo, con el que
entabló amistad. Cuando los dos se quedaron sin trabajo montaron su propia
compañía, la Iwerks-Disney Commercial Artists. La empresa duró apenas un mes,
ya que Walt prefirió aceptar un empleo seguro, aunque convenció a sus nuevos
jefes para que contrataran a Iwerks. En aquel trabajo ambos aprendieron las
técnicas, todavía muy rudimentarias, de la animación cinematográfica.
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Disney trabajando en Laugh-O-Gram Films(1922) |
Inquieto e innovador por naturaleza, Disney pidió una
cámara prestada y montó un modestísimo estudio en el garaje de su casa, en el
que con la ayuda de Iwerks y trabajando por las noches, produjeron su primera
película de dibujos animados. El filme tuvo aceptación y consiguieron nuevos
encargos hasta que Disney, que todavía no había cumplido los veintiún años de
edad, convenció a Iwerks para que volvieran a probar suerte como empresarios
con una compañía a la que llamaron Laugh-O-Gram Films. Con una producción
basada en cuentos tradicionales, las cosas les fueron bien hasta que la quiebra
de su principal cliente los arrastró también a la bancarrota.
A Hollywood
En 1923, después de intentar inútilmente remontar el
bache, Disney emigró a Hollywood. La floreciente industria cinematográfica
había convertido a Hollywood en una tierra de promisión. Disney creyó que con
su experiencia como cámara obtendría trabajo de director, pero ningún estudio
quiso contar con sus servicios, por lo que decidió volver a montar su propia
empresa con su hermano Roy como socio. El 16 de octubre de 1923, la Disney
Brothers Studio firmó su primer contrato importante, pero todavía insuficiente
para hacer frente a sus dificultades financieras. Ya entonces, Walt puso de
manifiesto lo que después sería una constante en su compañía: que era capaz de
recurrir a cualquier estratagema para sacar el negocio adelante. En 1924, Ubbe
Iwerks se unió a ellos y Walt pudo dejar de trabajar como animador para
dedicarse al área para la que siempre estuvo más capacitado: la creación de
personajes y argumentos y la dirección.
El 13 de julio de 1925, tres meses después de que su
hermano Roy se casara, Disney contrajo matrimonio con Lillian Bounds, una joven
empleada de su estudio, con la que tuvo dos hijas: Diane Marie, nacida el 18 de
diciembre de 1933 cuando el matrimonio ya descartaba que pudieran tener
descendencia, y Sharon Mae, a la que adoptaron en 1936. En la primavera de
1926, y después de haber tenido que cambiar de local porque la compañía crecía,
los dos hermanos cambiaron el nombre de su empresa, que pasó a llamarse Walt
Disney Studio. Pero el estudio sufrió un importante revés cuando su principal
cliente se quedó con los derechos del conejo Oswald, un personaje creado por
Disney que había protagonizado diversos cortometrajes.
El triunfo del ratón Mickey
Con la determinación de eliminar en lo sucesivo los
intermediarios, Disney concibió durante un viaje en tren de Hollywood a Nueva
York a Mortimer, un ratoncito rebautizado luego con el nombre de Mickey por
sugerencia de su esposa y al que Iwerks dio forma. Así lo contó Disney, pero,
en realidad, la paternidad de Mickey Mouse ha sido siempre motivo de polémica,
y actualmente tiende a atribuirse el propio Iwerks. En octubre de 1928, cuando
Disney buscaba distribuidor para las dos películas que había producido con
Mickey Mouse como protagonista, se proyectó el primer filme del cine sonoro.
Adelantándose a otros productores que creyeron pasajera aquella innovación,
Walt se apresuró a incorporar el sonido a una tercera película de Mickey, Willie
en el barco de vapor(1928). Buen imitador de voces y acentos, Disney hizo
que el ratoncillo y su novia, Minnie, hablaran con su propia voz para abaratar
costes. La película, estrenada el 18 de noviembre de 1928 en un teatro de Nueva
York, obtuvo un rotundo éxito de público y crítica.
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Mickey y Pluto |
En 1929, con su excepcional sexto sentido para los
negocios, autorizó que varias compañías reprodujeran en sus productos la imagen
de Mickey Mouse, al que incorporaron guantes y zapatos blancos para evitar que
manos y pies desaparecieran sobre fondos oscuros. El 13 de enero de 1930 empezó
a publicarse una viñeta del popular personaje (con Disney como guionista e
Iwerks como dibujante) en varios periódicos de Estados Unidos, y ese mismo año
se editó un libro de dibujos de Mickey que fue reeditado en numerosas
ocasiones.
Adicto al trabajo, para el que robaba muchas horas de
sueño, Disney tuvo una seria crisis de salud que le obligó, a finales de 1931 y
cuando el club de Mickey Mouse ya tenía un millón de miembros, a tomarse unas
largas vacaciones con su esposa. De vuelta a Hollywood, se apuntó a un club
deportivo donde practicaba boxeo, calistenia, lucha libre y golf. Poco después
descubrió la hípica y, finalmente, el polo, del que fue un fanático durante el
resto de su vida. Una afición que cultivó con tanta pasión como su fascinación
por los trenes y las miniaturas.
Con Mickey Mouse como buque insignia de una compañía en
alza, Disney creyó que no debía dormirse en los laureles ni aburrirse haciendo
sólo películas del famoso ratoncillo, que en 1932 le supuso el primero de los
Oscar que recibiría durante su carrera. Respaldado por un equipo de excelentes
dibujantes e ilustradores, desplegó todo su espíritu creativo en la primera serie
de sus Sinfonías tontas(1932). Realizados en technicolor, los
diversos cortometrajes que componían esta producción significaron en su época
un experimento sobre el uso expresivo del color. En noviembre de aquel mismo
año, el estudio Disney se convirtió en el primero que tuvo su propia escuela de
dibujantes y animadores.
Un año más tarde, el 27 de mayo de 1933, estrenó la
sinfonía tonta que hacía el número treinta y seis y que iba a tener un éxito
inesperado: Los tres cerditos. Sin pretenderlo, su famosísima
canción ¿Quién teme al lobo feroz? se convirtió en un canto de
esperanza para millones de norteamericanos que intentaban no ser devorados en
la vida real por la Gran Depresión. En 1934, cuando su estudio contaba con 187
personas, nació el pato Donald, un personaje de carácter irascible y perverso,
que vino a sumarse a los perros Pluto y Goofy.
Los largometrajes
Cuando ya se había hecho un nombre en la industria de
Hollywood, Walt Disney emprendió una iniciativa arriesgada y sin precedentes:
producir el primer largometraje de dibujos animados de la historia del cine.Blancanieves
y los siete enanitos (1937) demostró no sólo que Disney y su equipo
eran unos virtuosos de la animación, sino que los dibujos animados podían ser
todo un género cinematográfico. La película recaudó cuatro millones de dólares,
todo un récord para la época, pero dejó endeudado a Disney hasta 1961 por culpa
de la amortización de los créditos que tuvo que pedir, ya que el presupuesto
inicial de 500.000 dólares de la película había acabado triplicándose.
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Blancanieves y los 7 enanitos (1937) |
En Blancanieves y los siete enanitos se
utilizó por primera vez la cámara multiplano, capaz de sugerir profundidad de
campo gracias a un ingenioso sistema de superposición de cinco láminas filmadas
en un mismo plano para simular lejanía, y un nuevo sistema de technicolor. La
película fue el primer ejemplo de que el cine de animación de la escuela Disney
tenía un sólido procedimiento narrativo, en el que los personajes humanos eran
descritos a partir de la «mirada» de los animales humanizados o de los seres
fantásticos. También quedó patente en el filme el gusto de Disney por lo
tenebroso y su estilo de sugerir más que de mostrar abiertamente el terror.
La década de los cuarenta fue un período de gran
actividad en la Disney, caracterizado tanto por la consolidación del estilo
iniciado con Blancanieves y los siete enanitos como por la
contradicción que Walt sentía entre su tendencia artística a la innovación y al
riesgo y la necesidad de atender a un mercado nada dado a las novedades y los
experimentos. Reflejo de ello fue la tibia respuesta del público a las
siguientes películas salidas de su «factoría» de sueños. Pinocho (1940),
considerada como una de las piezas maestras del cine de animación por los
críticos y en la que se invirtieron 2.600.000 dólares, fue un desastre
comercial.
Lo mismo sucedió con Fantasía (1940),
que costó 2.300.000 dólares. En ella dibujantes y animadores combinaron las
evoluciones de los personajes de dibujos animados con la música de Stravinski,
Dukas, Beethoven, Ravel, Bach o Chaikowski. Considerada una obra maestra por
unos y una insultante caricatura de la música clásica por otros, Fantasía no
fue la «obra total» que Walt Disney había imaginado y deseado. Estos fracasos
comerciales abrieron una importante brecha económica en la empresa, paliada
poco después por los éxitos consecutivos deDumbo (1941) y Bambi (1942).
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Fantasia (1940) |
Después del sketch sobre La danza de las horas,
de Ponchielli, que codirigió con Norman Ferguson en Fantasíautilizando
el seudónimo de T. Hee, Walt Disney abandonó el campo de la realización para
dedicarse casi en exclusividad a la tarea de dirigir el incipiente imperio
cinematográfico en el que se había convertido la empresa que tan modestamente
había iniciado quince años antes. El 6 de mayo de 1940 finalizó la construcción
de sus nuevos estudios en Burbank, que le granjearon el sobrenombre de «Mago de
Burbank».
Diseñados por él mismo con el objetivo de facilitar el
trabajo de sus empleados, aquellos estudios contaban con veinte grandes
edificios, separados por calles a las que se les puso el nombre de sus
personajes. La plantilla de la empresa rondaba los 2.000 empleados, a los que
Disney exigía un alto nivel de creatividad y producción a cambio de salarios
muy bajos, aunque nunca reparó en gastos a la hora de hacer sus películas y
siempre llevó personalmente una vida privada sin lujos ni ostentaciones.
Anticomunista furibundo
El 10 de noviembre de 1940 empezó a colaborar con el FBI,
después de que el entonces director de la agencia federal de investigación, J.
Edgar Hoover, hubiera intentado en varias ocasiones reclutar al productor
cinematográfico como agente para que le facilitase cualquier información o
detalle sobre la presencia de elementos subversivos (comunistas, sindicalistas
o anarquistas) en Hollywood. Sin embargo, los primeros devaneos políticos de
Disney tuvieron un cariz más progresista y se remontaban a 1938, cuando se
adhirió a la Society of Independent Motion Picture Producers, asociación de
productores y cineastas independientes opuestos al dominio absoluto de los
grandes estudios de Hollywood. Desde aquel grupo, que contaba con figuras como
Orson Welles o Charlie Chaplin, Disney fue derivando hacia un ideario próximo
al partido nazi norteamericano y a un sentimiento fuertemente antimarxista.
En 1941, un sindicato de ilustradores recién creado en su
compañía amenazó al «Mago de Burbank» con ir a la huelga en demanda de mejores
salarios. Disney pretendió evitar personalmente el conflicto dirigiendo un
discurso a sus empleados, pero éstos, para estupor suyo, ya que concebía la
empresa como una gran familia, no le dejaron pasar de las primeras frases. El
29 de mayo de aquel año, los estudios Disney quedaron casi paralizados por una
huelga en la que participaron la mayoría de los trabajadores y que duró todo un
año. El conflicto se saldó cuando la empresa aceptó que los trabajadores
pudieran elegir libremente su sindicato, incluido el izquierdista Screen
Cartoonists Guild.
Los acuerdos que llevaron al final de la huelga fueron
firmados por Roy Disney, ya que Walt se encontraba de viaje por diversos países
de Sudamérica. De aquel largo viaje salieron varias películas destinadas
básicamente al público latinoamericano. Entre ellas, Saludos, amigos(1943)
y Los tres caballeros (1945), en las que combinó dibujos
animados y actores de carne y hueso. En 1943, buena parte de sus mejores
dibujantes le abandonaron para fundar la UPA (United Productions of America),
donde nacería, entre otros, el miope personaje de Mister Magoo.
Una vez finalizada la Segunda Guerra Mundial, en la que
Disney había accedido a filmar para el gobierno estadounidense películas
propagandísticas, dejó la presidencia de su compañía, cediéndole el cargo a su
hermano Roy, pero sólo mantuvo unos meses aquella decisión y a finales de 1945
volvió a ocupar el sillón presidencial. Nada más volver, despidió a más de 400
empleados, asegurando que la empresa pasaba por una crisis y tenía que cumplir
el acuerdo concertado con la Screen Cartoonists Guild de conceder el aumento
salarial del 25% a los dibujantes.
Reafirmado en su antimarxismo y colaborador del FBI hasta
su muerte, Disney se comprometió a abortar todo elemento que atentara contra la
nación norteamericana en la reunión celebrada el 24 y el 25 de noviembre de
1947 en el hotel Waldorf Astoria de Nueva York, que culminó con la llamada
Declaración Waldorf, en la que muchos productores cinematográficos se
comprometieron a colaborar con la Comisión de Actividades Antiamericanas en la
«caza de brujas».
En agosto de 1948 hizo un viaje con su hija Sharon para
filmar imágenes en Alaska, y con el material realizó la serie de cortos
titulados Aventuras de la vida real. Su hermano Roy se opuso al proyecto
(para entonces estaban ya tan distanciados que sólo se veían después de pedir
cita a sus respectivas secretarias) y auguró un incierto destino a este tipo de
documentales. Se equivocó, ya que el primero de ellos, titulado La isla
de las focas (1948), no sólo resultó rentable, sino que fue premiado
con un Oscar en la categoría de cortometrajes.
Prácticamente finalizada la década de los cuarenta,
Disney recibió una interesante propuesta de Howard Hughes: un crédito sin
intereses de un millón de dólares a cambio de su ayuda en un terreno (el sector
cinematográfico) que el multimillonario tejano no conocía y en el que quería
invertir. Con aquel dinero, Disney puso en marcha 18 nuevos proyectos, entre
ellos Cenicienta (1950), Alicia en el país de las maravillas (1951)
y Peter Pan (1953). Tras una costosísima incursión en el cine
futurista con 20.000 leguas de viaje submarino (1954), volvió
a proyectos más baratos y que sintonizaran con el orgullo de ser
norteamericano. Para entonces, su compañía ya no era la reina de los dibujos
animados. La Warner Brothers empezaba a hacerle una seria competencia con la
estrella de su serie Looney Tunes, Bugs Bunny. Aquel conejo era el
contrapunto del cándido, apolítico y asexuado Mickey Mouse, que a principios de
los años cincuenta vivió sus momentos más bajos de popularidad, aunque siguió
siendo el personaje preferido de Disney y el emblema de su imperio.
Disneylandia
En 1953, después de ganar un nuevo Oscar al mejor
documental con El desierto viviente, inició conversaciones con la
cadena televisiva ABC para ceder la emisión de sus películas al nuevo invento.
A diferencia de otros productores de Hollywood, que la consideraban una
amenaza, Disney creyó que la televisión era un excelente medio de difundir sus
productos. Un año después inició la realización de filmes específicamente para
televisión, la parte de su producción artística más denostada por los críticos.
Críticas que también le lloverían años después conMary Poppins (1964),
su primer largometraje con sólo actores reales. Pero a Disney no le importaron,
porque esas películas le daban el dinero que necesitaba para hacer realidad un
proyecto que acariciaba desde hacía tiempo: construir un enorme parque de
atracciones basado en sus personajes.
Adicto al trabajo y perfeccionista, el productor
cinematográfico diseñó hasta el último detalle de Disneyland, que abrió sus
puertas el 17 de julio de 1955 en Anaheim, California. Este parque, con una
extensión de 120 hectáreas, costó 17 millones de dólares, y Main Street USA, su
calle principal por donde transitaban cientos de actores disfrazados de
personajes, recreaba a la perfección la calle mayor de Marceline, el pueblo
donde vivió su infancia Disney, que aquel verano de 1955 ya era abuelo del
primero de los diez nietos que tuvo.
Multimillonario y galardonado con veintinueve Oscars, en
la década de los sesenta se había consolidado como uno de los personajes más
conocidos y queridos de todo el mundo, pero su salud flaqueaba, y todo su
imperio entró en una lucha por la sucesión. Fumador empedernido y aficionado al
alcohol, murió el 15 de diciembre de 1966 en Los Ángeles, California, víctima
de un cáncer de pulmón, después de haber supervisado los esbozos de Disney
World, parque temático al estilo de Disneyland pero más enfocado hacia los
adultos, que abriría sus puertas en 1971 en Orlando, Florida (en 1983, la
compañía inauguró en Japón el Tokio Disneyland y en 1992 abrió sus puertas el
Euro Disney de París).
El «Mago de Burbank» había fallecido sin llegar a ver
terminado El libro de la selva (1967), la segunda película más
comercial de Disney desde los tiempos deBlancanieves y que dirigió
Wolfgang Reitherman, quien asumió la producción de los largos de animación
disneyanos hasta 1981. Después de años de mucha producción y pocos éxitos
destacables, los estudios Disney volvieron a ser los reyes del género de
dibujos animados con La bella y la bestia (1991), Aladdin (1992)
y El Rey León (1994). Con el fallecimiento de Disney, entraba
en la leyenda uno de los nombres fundamentales de la cultura popular del siglo
XX. Con variada fortuna, tratarían de sustituirle figuras tan dispares como su
hermano Roy O. Disney, su sobrino Roy E. Disney y su yerno Ron Miller. Pero
sólo el productor ejecutivo Michael Eisner demostró ser un digno sucesor suyo.
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