Durante la conquista de América, los perros eran un arma más a utilizar contra
los indígenas por parte de los españoles. Al parecer, en el nuevo mundo solo se
conocían unos perros pequeños y regordetes, poco agresivos y que por lo tanto no
imponían. Los españoles se llevaron con ellos, embarcados, a unos perros enormes
que usaban tanto para olfatear y evitar emboscadas como para atacar a los
enemigos.
Aunque se les conocía como alanos de manera genérica,
seguramente aquellos perros eran una mezcla de mastín y dogo. Bernardino de
Sahagún decía que “los indios eran devorados por enormes perros con las
orejas cortadas, ojos inyectados en sangre y enormes bocas con dientes en forma
de cuchilla”.
Algún cronista de la época relata que estos perros eran
más temidos que los caballos e incluso que las armas de los españoles. En las
Antillas, se hizo famoso uno llamado Becerrillo, que según parece era
enormemente fiero. Se le daba doble ración de comida y su dueño recibía un
sueldo por cuidar del perro. Vasco Núñez de Balboa también tuvo como compañero
de batalla un can famoso, Leoncillo de nombre. Su amo cobraba una soldada de
ballestero por los servicios del perro en la batalla.
Fuente: Curistoria
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