El 5 de agosto
de 1962, la actriz estadounidense Marilyn Monroe, el gran mito erótico de los
años cincuenta, fue hallada muerta en su casa de Hollywood. Aunque el forense
dictaminó que la actriz se había suicidado con una sobredosis de somníferos,
las causas de su muerte permanecen aún confusas; se apreciaron algunas
contradicciones en el informe médico de su trágico fin. Las dificultades
profesionales y su agitada vida sentimental parecieron estar en el origen de su
muerte. En cualquier caso, la jovialidad y el vivir desenfrenado y
despreocupado que muchas veces había representado en el cine y fuera de él se
corresponden poco con el verdadero perfil de su vida, marcada por las
contradicciones y los complejos de una niñez y una juventud desgraciadas,
seguidas después de un éxito arrollador al que no supo hacer frente, ni
siquiera cuando creyó encontrar, junto a personalidades como Arthur Miller, la
estabilidad y la seguridad que persiguió durante toda su vida.
Marilyn Monroe,
de verdadero nombre Norma Jean Baker (o Norma Jean Mortenson, apellido de su
padrastro), nació el 1 de junio de 1926 en Los Ángeles, en el estado
norteamericano de California. Hija de Gladys Baker, quien nunca le comunicó la
identidad de su padre, su primera infancia fue muy dura. Su madre la dejó en
manos de un matrimonio amigo hasta que cumplió siete años; entonces se la llevó
a vivir consigo. Pero un año más tarde Gladys fue internada en un sanatorio
psiquiátrico en el que se le diagnosticó una esquizofrenia paranoide,
enfermedad que luego Marilyn creería haber heredado, especialmente cuando era
internada por sus frecuentes depresiones. Su infancia y adolescencia
transcurrieron entre un orfanato (en el que ingresó a la edad de nueve años y
trabajó como ayudante de cocina), la casa de sus abuelos y las de varias
familias que la adoptaron. En una de estas casas de acogida sufrió al parecer
abusos sexuales por parte del cabeza de familia cuando contaba ocho años.
Nada hacía
pensar que Norma Jean tuviera una futura carrera como actriz, ni tan siquiera
el hecho de que su madre, una mujer extraordinariamente atractiva, hubiera
trabajado durante un tiempo como montadora de negativo en Consolidated Film
Industries. Marcada por la inestabilidad emocional y la pobreza, a los
dieciséis años, tras abandonar sus estudios, se empleó en una planta de
construcción de aviones. En la misma fábrica conoció a un mecánico de 21 años,
James Dougherty, con quien contrajo matrimonio el 19 de junio de 1942 y de
quien se divorciaría cuatro años después.
De
modelo a actriz
Ese mismo año de
1946 un fotógrafo de modas la descubrió y la convenció de que se hiciera
modelo. Así, la aún llamada Norma Jean comenzó su carrera como modelo bajo la tutela
de la agente Emmeline Snively, que le sugirió cambiar el color de su cabello,
que era castaño de nacimiento, por el característico rubio platino. Durante
esta época, Norma Jean realizó un sinfín de campañas publicitarias, siendo muy
recordadas las que hizo para anunciar trajes de baño. Paralelamente, su
carácter inquieto y deseoso siempre de adquirir nuevos conocimientos la llevó a
tomar clases de arte dramático en el Actor's Lab de Hollywood y a asistir a
cursos de literatura en la Universidad de Los Ángeles (UCLA).
El rostro de la
modelo comenzaba a ser muy conocido. Sus innumerables trabajos publicitarios
hicieron que en 1947 el magnate Howard Hughes, propietario de la compañía
cinematográfica R.K.O., le ofreciera hacer unas pruebas de pantalla con el
objeto de saber si podía dar juego ante una cámara cinematográfica; pero Norma
Jean prefirió aceptar una oferta de la 20th Century Fox para trabajar unos
meses como actriz de reparto. Intervino en tres películas olvidables en los que
no fue debidamente acreditada, y ya entonces se verificó el cambio de nombre:
Norma Jean pasó a llamarse Marilyn Monroe. Uno de sus primeros papeles era de
figurante entre una multitud; se trataba de la película de Frederick Hugh
Herbert Scudda Hoo! Scudda Hay!, con June Harver. En un momento del film,
Marilyn se separaba del grupo para saludar a la actriz principal. Esta escena,
sin embargo, se cortó luego en el montaje, y Marilyn recordaba algunos años
después: "Una parte de mi espalda es visible en un plano, pero nadie lo
supo aparte de mí y algunos amigos íntimos."
Un año después
la Fox rehusó renovarle el contrato, por lo que aceptó uno nuevo de parecidas
características en Columbia. Para esta compañía actuó en la comedia musical
Ladies of the chorus (1948), de Phil Karlson. Marilyn era una modesta bailarina
de striptease llamada Peggy Martin y cantaba dos canciones. Para preparar este
papel recibió lecciones del director musical de la Columbia, Fred Karger, con
quien se cree que mantuvo relaciones íntimas. Al año siguiente participó en el
que sería el penúltimo filme de los hermanos Marx más o menos al completo
(Groucho, Harpo y Chico), Amor en conserva (Love Happy), de David Miller. En la
película, Marilyn contoneó sus caderas con tanta donosura que Groucho, que
interpretaba al detective Sam Grunion, manifestó por ella con su proverbial
histrionismo un bullicioso deseo.
A continuación
consiguió, ya para la productora Metro Goldwyn Mayer, un papel breve pero de
suma importancia para su futuro como actriz: en el excelente thriller de John
Huston La jungla de asfalto (The Asphalt Jungle, 1950), interpretaba con
bastante soltura a Ángela, la amante de un gángster al que acaba por
traicionar. El siempre atento Joseph L. Mankiewicz, que había iniciado su
carrera como realizador cuatro años antes, reparó en la joven Marilyn y le
ofreció otro pequeño pero suculento papel en su melodrama Eva al desnudo (All
About Eve, 1950). En esta película interpretaba a una superficial aspirante a
actriz en lo que podríamos calificar como uno de los primeros papeles que
respondían al estereotipo que más tarde se crearía de ella.
Poco antes, en
1949, Marilyn, que durante un tiempo compaginó las profesiones de actriz y
modelo, dio su primer golpe en aras de la celebridad al posar para una sesión
fotográfica cuyo resultado es aún hoy una de las más genuinas imágenes de una
pin-up girl. Se trata de las imágenes que muestran en tomas cenitales a Marilyn
desnuda sobre un cubrecamas de color rojo. Algunas de las fotos aparecerían ese
mismo año en un calendario, y algo después, en 1953, una de ellas sería la
portada del primer número de la famosa revista erótica Playboy. Esto, sin duda,
fue un verdadero acontecimiento mediático, quizá de los primeros que pueden ser
comparados a los que se dan hoy día.
Mientras tanto,
la actriz no abandonaba su carrera en el cine. Tras realizar algunos papeles
secundarios no demasiado destacables, en 1952 apareció en algunos títulos de
cierta importancia, bien por sus directores, bien por el trabajo que desempeñó
en ellos: Encuentros en la noche (Clash by night), de Fritz Lang; No estamos
casados (We're not married), de Edmund Goulding; el episodio que Henry Koster
realizó para el film colectivo Cuatro páginas de una vida (O´Henry's Full House);
y la película de intriga Niebla en el alma (Don´t bother to knock), de Roy Ward
Baker, en el que encarnó de manera muy convincente al personaje de Nell Forbes.
Marilyn estuvo
verdaderamente espléndida en su papel de Nell, una niñera perturbada que había
intentado suicidarse en el pasado y que, desesperada y medio loca tras haber
perdido a su gran amor, se disfraza ahora con las joyas de su señora para
seducir a un atractivo piloto. La niña a la que debe cuidar aquella noche, Benny,
frustra sus planes, por lo que la alucinada muchacha la amenaza primero con
destriparla con tanta facilidad como a una muñeca, y luego la amordaza y la ata
a la cama. En esta sádica y desquiciada relación con la pequeña, Marilyn dio
muestras de una convincente crueldad que, al tiempo que desvelaba sus
excelentes dotes dramáticas, tal vez le trajo a la memoria los horrores
sufridos durante su propia infancia. Fue sin duda uno de los mejores papeles de
su carrera.
Estrella
de la comedia
Pero el filme
realmente importante de ese año fue la comedia de enredo Me siento rejuvenecer
(Monkey Business), de Howard Hawks, el director que junto a John Huston y Billy
Wilder tal vez supo extraer lo mejor de Marilyn Monroe. En esta comedia,
verdadero clásico del género escrita por Ben Hecht, Charles Lederer y I.A.L.
Diamond, hacía el papel de una secretaria rubia y tonta junto a dos verdaderos
monstruos del género, Cary Grant y Ginger Rogers. La maestría de la puesta en
escena y la espléndida carpintería dramático-cómica de la película era lo que
estaba necesitando la carrera de Marilyn, que por fin podía demostrar su valía
más allá de los estúpido que pudiera ser el personaje que interpretara. Además,
y como se vería más adelante, fue en la comedia más o menos pura donde la
actriz dio lo mejor de sí misma.
En 1953 iba a
hacer las primeras tres películas en que su contribución era importante. En
primer lugar, Niágara , un filme de suspense a lo Hitchcock que dirigió el
siempre eficiente Henry Hathaway, pero que no era el tipo de producción idónea
para la actriz. Mucho más importante, ya que tal vez es el título que marca el
inicio de Marilyn Monroe como estrella y como mito sexual, es Los caballeros
las prefieren rubias (Gentlemen prefer blondes), una nueva comedia, esta vez
musical, de Howard Hawks.
Los caballeros
las prefieren rubias, basada en una ingeniosa novela de Anita Loos, contaba la
historia del enfrentamiento de dos coristas, una morena, la turgente Jane
Russell, y otra rubia, Marilyn, que tratan de cazar a uno de los solterones más
deseados y ricos de América. En esta película, plagada de excelentes gags y de
provocativos números musicales, Marilyn demostró que era, además de una buena
actriz de comedia, una notable cantante y bailarina, con un estilo personal y
muy sugestivo. De hecho, el buscado personaje masculino, que interpretó Charles
Coburn, optaba finalmente por quedarse con Lorelei Lee, la rubia.
El tercer
trabajo que hizo ese año fue un filme argumentalmente bastante parecido, Cómo
casarse con un millonario (How to marry a millionaire), de Jean Negulesco, en
el que Marilyn y otras dos actrices, esta vez Betty Grable y Lauren Bacall, se
proponían conquistar a un millonario a toda costa. No tan exuberante ni rotunda
como la anterior, era una película que explotaba en clave de comedia la
disparidad de físicos y caracteres de las tres intérpretes femeninas y, por
tanto, resultaba un trabajo muy a la medida de las aptitudes de Marilyn Monroe.
Como consecuencia de estos sensacionales trabajos, en 1954 le sería otorgado el
prestigioso Globo de Oro a la mejor actriz.
Convertida en
menos de un año en una de las estrellas más rutilantes del firmamento cinematográfico
hollywoodiense, el 14 de enero de 1954 contrajo matrimonio con el mítico
jugador de béisbol Joe DiMaggio, uno de los primeros deportistas
estadounidenses cuya popularidad era comparable a la de una estrella del cine.
La boda fue uno de los acontecimientos sociales más sonados de ese año, pero
sólo unos meses después, el 27 de octubre, DiMaggio y Marilyn se divorciaron. A
pesar de ello, y según el testimonio de amigos de la actriz, Joe DiMaggio fue,
de los tres maridos que tuvo, el único al que quiso realmente.
Cinematográficamente
hablando, 1954 no fue un gran año si se compara con el precedente o con los
siguientes. Participó en dos títulos; el primero fue un peculiar cruce entre el
melodrama y el western que dirigió Otto Preminger, Río sin retorno (River of no
return), un buen filme coprotagonizado con Robert Mitchum en el que Marilyn no
brilló especialmente. El segundo, la comedia musical Luces de candilejas
(There's no business like show business), realizada por Walter Lang, resultó de
un nivel muy inferior a las que había protagonizado el año anterior.
En
la cumbre
Pese a los
éxitos profesionales que había obtenido en poco tiempo, su vida personal no era
nada satisfactoria. Además del reciente fracaso sentimental con DiMaggio, no
cesaba de luchar para demostrar que era algo más que una cara y una figura
bonitas. Cuanto más se convertía en una sex-symbol, más intentaba no sucumbir a
la conformista imagen que proyectaba. El acoso al que era sometida por parte de
los directivos de las productoras era constante. Si en sus filmes ella atraía
al hombre con su cuerpo y su inocente encanto, en la vida se jactaba de no
haber aceptado nunca acostarse con los productores y jefes de los estudios,
algo que a buen seguro le habría facilitado las cosas para conseguir mejores
papeles, sobre todo en los inicios de su carrera.
Por otra parte,
su arraigado complejo de nulidad intelectual, seguramente causado por haber
abandonado pronto los estudios, la llevó a nuevas actividades. En 1955, por
ejemplo, acudió al prestigioso Actors Studio neoyorquino para tomar clases con
Lee Strasberg. Inducida por Strasberg, estudió el psicoanálisis con la
finalidad de conocerse más a sí misma y hacer aflorar su potencial
interpretativo. Strasberg, un hombre generoso, la trató como un padre y le
ofreció intervenir en sesiones teatrales del centro, protagonizando obras como
Un tranvía llamado deseo, de Tenessee Williams, y Anna Christie, de Eugene
O´Neill. Estos detalles fueron objeto de burlas por parte de ciertos ambientes
de Hollywood que se obstinaban en verla como una actriz cuyo único atributo
valioso era el de despertar una irrefrenable atracción en los hombres.
Las dos
películas en las que intervino a continuación, aunque excelentes, presentaban
al personaje que debía interpretar como alguien con más de un paralelismo con
esa otra Marilyn de la vida real. Tanto en La tentación vive arriba (The seven
year itch, 1955), de Billy Wilder, como en Bus Stop (1956), de Joshua Logan,
Marilyn llevó a cabo dos interpretaciones estupendas. Pero el gran público, en
lugar de cambiar la idea que tenía de la actriz fijándose en su capacidad
interpretativa, todavía la encasillaba más, debido a que eran papeles similares
a la imagen que desde los estudios se había dado de ella.
La presión
habitual a la que se sometía a una gran estrella, el menosprecio que sentía que
le profesaban algunos profesionales de la industria y el descontento consigo
misma no tardaron en hacer mella en Marilyn. Su comportamiento en los rodajes
era cada día más problemático, con frecuentes impuntualidades, excusas para
intempestivas ausencias y malas relaciones con actores y técnicos. Por esta
época comenzó a tomarse períodos de descanso en clínicas debido a las
depresiones en que cada vez con mayor frecuencia se veía sumida.
Con todo, seguía
estando en el ojo del huracán, siendo el objeto preferido de la prensa; pero
también ello resultaba frustrante. Aceptaba conceder una entrevista a la espera
de que algún periodista se interesara por sus inquietudes intelectuales, por lo
que leía o por el tipo de películas que le gustaría interpretar, pero lo único
que encontraba sistemáticamente eran burdas cuestiones de tocador. Algunas de
sus respuestas de entonces se convirtieron en célebres, como cuando aseguró que
no usaba ropa interior o que para dormir sólo se ponía Chanel n. 5. Así es que,
inconscientemente o no, la propia Marilyn terminaba contribuyendo a consolidar
la percepción que de ella tenía la gente.
Nuevos
rumbos
1956 fue un año
crucial en su vida, ya que el 29 de junio se casó con el dramaturgo Arthur
Miller, para lo que debió convertirse previamente al judaísmo. Este enlace fue
más sorprendente si cabe para el público y la prensa que el de DiMaggio.
Miller, escritor y dramaturgo serio, proveniente de la élite intelectual judía,
de posiciones ideológicas abiertamente izquierdistas, se casaba con una mujer
que supuestamente era la antítesis: superficial, frívola, sin ideas propias y
que aparecía habitualmente en las portadas de la prensa amarilla. Y quienes le
auguraron lo peor, acertaron, ya que este tercer y último matrimonio fue un
nuevo fracaso personal. La desenfadada e ingenua Marilyn Monroe no congenió con
el exclusivo círculo de intelectuales neoyorquinos en que se desenvolvía
Miller, y a pesar de que no se divorciaron hasta enero de 1961, pronto se
distanciaron de forma irremediable.
Entretanto,
Marilyn había puesto en marcha un nuevo proyecto que causaba el recelo de los
jefes de los estudios: su propia productora. Cansada del maltrato y el
desprecio, en 1957 viajó a Gran Bretaña para protagonizar y producir El
príncipe y la corista (The Prince and the Showgirl), nueva variación algo más
dramática del tema de Los caballeros las prefieren rubias y Cómo casarse con un
millonario. Como director y partenaire suyo Marilyn eligió al shakesperiano y
muy británico Laurence Olivier. El rodaje fue, como venía siendo habitual, algo
turbulento, con enfrentamientos con Olivier, retrasos, pastillas y alcohol.
Curiosamente la crítica especializada, que ya había destacado su buen hacer
como actriz dramática en Bus Stop, fue unánime al señalar que la espontaneidad
y el encanto de Marilyn habían eclipsado a Olivier, aunque fue inmisericorde con
la película.
De regreso a
Estados Unidos, volvieron a surgir los problemas, las inseguridades y los
temores de Marilyn: un matrimonio que ya no funcionaba; unos estudios cada vez
más refractarios a contratarla, por extraño que esto pudiera parecer dada su
inmensa popularidad; nuevas depresiones; nuevas estancias en sanatorios o
clínicas de descanso, y dos nuevos factores, o cuando menos más acentuados: el
consumo de alcohol y de píldoras, en especial barbitúricos.
En su siguiente
película, Con faldas y a lo loco (Some like it hot, 1959), genial y mordaz
comedia sobre el amor y el transexualismo en que volvió a dirigirla Billy
Wilder, el rodaje se convirtió en un verdadero suplicio. En sus memorias,
Wilder lo recordaría como la experiencia más traumática de su carrera debido al
imprevisible comportamiento de la actriz, que nunca llegaba a la hora o que,
simplemente, tenía que repetir hasta 65 veces un plano en el que tan sólo tenía
una frase. No obstante, y gracias en cierto modo a la buena química que había
con los otros dos actores principales, Tony Curtis y Jack Lemmon, el resultado
final fue satisfactorio; el trabajo de Marilyn sería premiado en 1960 con un
nuevo Globo de Oro, esta vez en la categoría de mejor actriz de comedia o
musical.
En 1960,
coprotagonizó junto al actor francés Yves Montand el film de George Cukor El
multimillonario (Let´s make love). Aunque con un planteamiento habitual en la
filmografía de Monroe (chica humilde pero con ansias de superación que
encuentra el amor en un hombre rico), Cukor imprimió al argumento un mayor
acento dramático. Era una producción suntuosa, correctamente realizada, y con
un buen trabajo de la pareja protagonista, pero aun así había algo en el
conjunto que no terminó de funcionar. Durante el rodaje, Monroe y Montand
tuvieron un romance que no pasó a mayores. Marilyn se enamoró del actor, pero
para Montand no era más que una aventura. Una vez más, la mujer más deseada del
mundo no encontraba o tenía dificultades para conservar un amor.
Un
triste final
Su última
aparición cinematográfica, si descontamos la incompleta y no estrenada película
de Cukor Something´s got to give, fue para muchos críticos y aficionados el
mejor trabajo de cuantos realizó Marilyn Monroe. Vidas rebeldes (The Misfits,
1961), de John Huston y con guión del aún marido de Marilyn, Arthur Miller, era
un filme elegíaco, tocado con la rara cualidad de lo irrepetible, que unía en
la pantalla a tres grandes actores, Clark Gable, Montgomery Clift y Marilyn Monroe,
tres estrellas que además estaban atravesando por distintos motivos unos
momentos personales especialmente delicados. Una historia de perdedores, tan
del gusto de Huston, que en un último crepúsculo encontrarán al menos un lugar
donde poder descansar y compartir sus experiencias con alguien. Intensa y
emotiva, quizá este papel fue el mejor regalo que pudo hacer a Marilyn Arthur
Miller, con quién se divorciaría poco después, el día 21 de enero de 1961,
justo una semana antes del estreno de Vidas rebeldes. Su sentida interpretación
de la divorciada Roslyn Taber, que encuentra un nuevo amor en el personaje que
encarna Gable, volvió a ser destacada en 1962 con un nuevo Globo de Oro.
Los últimos
meses de la vida de Marilyn presentan una serie de zonas oscuras que
probablemente nunca lleguen a esclarecerse, como su relación con el entonces
presidente de Estados Unidos, John Fitzgerald Kennedy, que parece probado que
fue de naturaleza íntima, o más tarde con el hermano de éste, el senador Robert
Kennedy, en la que algunos indicios pueden hacer pensar que fue tan sólo de
amistad. De cualquier modo, los nombres de ambos aparecieron entonces y siguen
apareciendo hoy en el asunto de la muerte por suicidio de la actriz, que
falleció el 5 de agosto de 1962 a causa de una sobredosis de barbitúricos en su
casa de Brentwood, California.
A las 3 de la
madrugada, la señora Murray, su ama de llaves, la encontró en la cama en una
postura extraña, con el teléfono fuertemente aferrado en una de sus manos y las
luces encendidas. Un frasco vacío de Nembutal encima de la mesilla atestiguaba
la ingestión masiva de pastillas por parte de la estrella. El médico forense
certificó su muerte y expresó su convencimiento de que se trataba de un
suicidio. En años posteriores, una auténtica industria del escándalo, de la que
formarían parte la prensa amarilla, la de extrema derecha y un Norman Mailer
arruinado y angustiosamente necesitado de dinero, especularon incansablemente
sobre la relación entre su muerte y los hermanos Kennedy.
No era la
primera vez que había ingerido una sobredosis de barbitúricos combinada con
alcohol: exactamente lo mismo había ocurrido en la primavera del año anterior,
poco después de la separación de Miller y del estreno de Vidas rebeldes. La
policía, extrañamente, no reveló el nombre de la sustancia que había tomado
Marilyn, e incautó y rehusó hacer públicas las cintas magnetofónicas de la
compañía de teléfonos en que estaban grabadas las llamadas que efectuó la noche
de su muerte. Esto no hizo más que confirmar las sospechas de que Marilyn llamó
a alguien en busca de ayuda, alguien cuya alta posición pública no le permitía
afrontar el escándalo que hubiera supuesto verse envuelto en semejante asunto.
Pese a la
infinidad de biografías y libros que sobre ella se han escrito (incluyendo su
autobiografía, aparecida póstumamente en 1974), en los que se ha podido
percibir esa otra Marilyn que no se ajusta al tópico, aún hoy sigue apareciendo
en primer lugar, o en un lugar muy destacado, en toda clase de rankings más o
menos frívolos: en 1995 fue votada por los lectores de la revista inglesa
Empire como la actriz cinematográfica más sexy de todos los tiempos; la misma
revista, en 1997, la situaba como la octava estrella del cine (masculina y
femenina) más grande de todos los tiempos; y en 1999, la americana People
Magazine la consideraba la mujer más sexy del siglo.
En definitiva, a
pesar de los denodados intentos que Marilyn Monroe llevó a cabo en vida para
ser considerada de manera distinta a como se la veía, difícilmente desaparecerá
nunca de la imaginación colectiva como uno de los íconos eróticos del siglo XX.
La imagen de La tentación vive arriba, con blusa y falda plisada blancas que se
le levantan y agitan cuando pasa sobre un respiradero del metro de Nueva York,
ha quedado indisociablemente unida a su nombre. Su desaparición en plena
juventud, y en la cumbre de su fama como actriz y como mito erótico vivo, no
hizo más que acrecentar la leyenda.
Filmografía
1947
|
You were meant for me
Scudda Hoo! Scudda Hay! Dangerous years |
1948
|
Ladies of the
chorus
|
1949
|
Amor en
conserva
|
1950
|
A ticket to Tomahawk
Right cross La jungla de asfalto Eva al desnudo The fireball |
1951
|
Let´s make it legal
Love nest As young as you feel Home town story |
1952
|
Encuentro en
la noche
Niebla en el alma No estamos casados Cuatro páginas de la vida Me siento rejuvenecer |
1953
|
Niágara
Los caballeros las prefieren rubias Cómo casarse con un millonario |
1954
|
Río sin
retorno
Luces de candilejas |
1955
|
La tentación
vive arriba
|
1956
|
Bus Stop
|
1957
|
El príncipe y
la corista
|
1959
|
Con faldas y a
lo loco
|
1960
|
El
multimillonario
|
1961
|
Vidas rebeldes
|
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