Cuando la
Independencia de América comenzaba a pensarse con otros nombres y a iniciar su
recorrido autónomo, nació en Caracas, el 24 de julio de 1783, Simón José
Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar y Palacios. Venezuela era entonces una
Capitanía General del Reino de España, en cuya población se respiraban
resquemores por las diferencias de derechos existentes entre la oligarquía
española dueña del poder, la clase mantuana o criolla, terratenientes en su
mayoría, y los estratos bajos de pardos y esclavos.
Los mantuanos, a
pesar de los privilegios que tenían, habían desarrollado un sentimiento
particular del "ser americano", que los invitaba a la rebeldía:
"Estábamos (explicaría Bolívar más tarde) abstraídos y, digámoslo así,
ausentes del universo en cuanto es relativo a la ciencia del gobierno y
administración del Estado. Jamás éramos virreyes ni gobernadores sino por
causas muy extraordinarias; arzobispos y obispos pocas veces; diplomáticos
nunca; militares sólo en calidad de subalternos; nobles, sin privilegios
reales; no éramos, en fin, ni magistrados ni financistas, y casi ni aun
comerciantes; todo en contravención directa de nuestras instituciones".
Ésta era, por lo
demás, la clase a la cual pertenecían Juan Vicente Bolívar y Ponte, y María de
la Concepción Palacios y Blanco, padres del niño Simón. Era el menor de cuatro
hermanos y muy pronto se convertiría, junto a ellos, en heredero de una gran
fortuna. Bolívar quedó huérfano, definitivamente, a los nueve años de edad,
pasando al cuidado de su abuelo materno y posteriormente de sus tío Carlos
Palacios; ellos velarían por la educación del muchacho, mientras la negra
Hipólita, su esclava y nodriza, continuaría ejerciendo sus funciones de
cuidado.
Entre los valles
de Aragua y la ciudad de Caracas discurrió la infancia y parte de la
adolescencia del joven Simón. Combinaba sus estudios en la escuela de primeras
letras de la ciudad con visitas a la hacienda de la familia. Más tarde, a los
quince años de edad, los territorios aragüeños cobrarían un nuevo significado
en su vida cuando, por la mediación que realizara su tío Esteban,
"ministro del Tribunal de la Contaduría Mayor del Reino" ante el rey
Carlos IV, fuera nombrado "subteniente de Milicias de Infantería de
Blancos de los Valles de Aragua".
Mientras esto
sucedía, tuvo la suerte de formarse con los mejores maestros y pensadores de la
ciudad; figuraban entre ellos Andrés Bello, Guillermo Pelgrón y Simón
Rodríguez. Fue este último, sin embargo, quien logró calmar por instantes el
ímpetu nervioso y rebelde del niño, alojándolo como interno en su casa por
orden de la Real Audiencia; lo cual sería la génesis de una gran amistad. Pero
ni esto ni aquello de la milicia fueron suficientes para aquietar al muchacho,
y sus tíos decidieron enviarlo a España a continuar su formación.
La
estancia en Europa
Corría el año
1799 cuando Bolívar desembarcó en tierras peninsulares. En Madrid, a pesar de
seguir sus estudios, el ambiente de la ciudad le seducía: frecuentaba los
salones de lectura, baile y tertulia, y observaba maravillado la corte del
reino desde los jardines de Aranjuez, lugar éste que evocaría en sueños
delirantes en su lecho de muerte. Vestía de soldado en esos tiempos en los
cuales España comenzaba a hablar de Napoleón, y así visitaba al marqués de
Ustáriz, hombre culto con quien compartía largas tardes de conversación.
En una de ellas
conoció a María Teresa Rodríguez del Toro, con quien se casaría el 26 de mayo
de 1802 en la capilla de San José, en el palacio del duque de Frías. Mientras
Bernardo Rodríguez, padre de la muchacha, decidía dar largas al compromiso,
Bolívar los sigue hasta Bilbao y aprovecha para viajar a Francia: Bayona,
Burdeos y París. Inmediatamente después de la boda se trasladan a Caracas y, a
pesar de los resquemores que canalizaban los criollos a través de sus
conspiraciones, Bolívar permanece junto a su esposa llevando una vida
tranquila. Esto apenas duraría, sin embargo, pues María Teresa murió pocos días
después de haberse contagiado de fiebre amarilla, en enero de 1803. Bolívar,
desilusionado, decide alejarse y marcha nuevamente a Europa.
Los
acontecimientos en Venezuela comenzaban a tomar aires de revuelta mientras el
caraqueño Francisco de Miranda, desde Estados Unidos y las Antillas, preparaba
una invasión que dibujaba la noción de Independencia. Ajeno a todo aquello,
Bolívar se reúne con su suegro en Madrid, para trasladarse a París en 1804.
Napoleón no tardaría en declararse emperador de Francia. Este último había
organizado una clase aristócrata, hallada entre la burguesía, que se reunía en
los grandes salones a los cuales asistía Bolívar en compañía de Fernando Toro y
Fanny du Villars.
El todavía joven
Bolívar, especie de dandy americano, se contagia poco a poco de las ideas
liberales y la literatura que inspiraron la Revolución Francesa. Era un gran
lector y un interlocutor bastante interesado en la política de la actualidad.
En esos tiempos conoció a Alexander von Humboldt, expedicionario y gran
conocedor del territorio americano, quien le habla de la madurez de las
colonias para la independencia; "lo que no veo (diría Humboldt) es el
hombre que pueda realizarla".
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Bolívar en un retrato realizado hacia 1805 en París |
Simón Rodríguez
se hallaba en Viena; Bolívar, al enterarse, corrió en su búsqueda.
Posteriormente el maestro se trasladó a París, y en compañía de Fernando Toro
emprendieron un viaje cuyo destino final era Roma. Cruzaron los Alpes caminando
hasta Milán, donde se detuvieron el 26 de mayo de 1805 para presenciar la
coronación de Napoleón, a quien Bolívar admiraría siempre. Después Venecia,
Ferrara, Bolonia, Florencia, Perusa y Roma. En esta última ciudad se produjo el
llamado Juramento del Monte Sacro, en el cual, en presencia de Rodríguez y
Fernando Toro, Bolívar juró "romper con las cadenas que nos oprimen por voluntad
del poder español".
Evidentemente,
esta circunstancia no nace en Bolívar ni se produce de forma repentina. El
fervor del momento y sus conversaciones con importantes intelectuales de la
talla, precisamente, de su maestro, le hacen comprender la situación de América
respecto a España. Bolívar se entera de las fallidas expediciones libertadoras
de Francisco de Miranda en Ocumare y la Vela de Coro, y decide emprender viaje
de regreso.
La
gestación de un ideal
Bolívar regresó
a Caracas a mediados de 1807, tras una corta estancia en Estados Unidos, para
retornar a su antigua vida de hacendado. José Antonio Briceño, un vecino de
tierras y fincas, le esperaba con un cerco en sus tierras; tal asunto debía
resolverse cuanto antes. Las incursiones de Miranda habían incorporado entre
algunos caraqueños el concepto de la emancipación; sin embargo, la gran mayoría
de los criollos se conformaba con rebelarse pasivamente violando las normas que
se dictaban desde España.
Bolívar ya se
había incorporado a las actividades de la conspiración (en 1808 ya conspiraba)
cuando estalló la revuelta el 19 de abril de 1810. Las noticias del reino
anunciaban la invasión de España por parte de las tropas de Napoleón y el secuestro
del rey y su hijo Fernando. La situación era propicia para que el conde de
Tovar presentara al gobierno un proyecto para crear una junta de gobierno
adscrita a la Audiencia de Sevilla. Los criollos demandaban participación
política. En un comienzo, las autoridades se mostraron reacias al proyecto,
pero, posteriormente, ante el vacío de poder que se había creado, decidieron
pactar con los conspiradores. Bolívar, enterado de la situación, abrió las
puertas de "la cuadra de Bolívar" para incorporarse en las reuniones.
Se negó categóricamente a participar en el proyecto de la coalición; para él,
debía clamarse por la emancipación absoluta.
En las vísperas
del jueves santo de 1810, arribaron a la ciudad los comisionados de la nueva
regencia de Cádiz, órgano que actuaría en sustitución de Fernando VII para
formar nuevo gobierno. El capitán general se les unió y al día siguiente los
criollos le sitiaron y le obligaron a dirigirse al cabildo. La mitología
venezolana recoge de esta fecha el instante en el cual Vicente de Emparan,
capitán general, se asoma en el balcón del cabildo de Caracas para interrogar
al pueblo enardecido acerca de la voluntad del mismo a continuar aceptando su
mando, con el clérigo José Cortés de Madariaga detrás de él haciendo señas con
su dedo al pueblo para que lo negasen. Tras un rotundo "¡No!" por
parte de la población, Emparan dice: "Pues yo tampoco quiero mando".
Estalló la famosa revuelta caraqueña que, sin proponérselo, daba inicio al
proceso de Independencia de Venezuela. Se creó una Junta Suprema de Venezuela.
Bolívar fue nombrado por ésta "Coronel de Infantería". Le fue
asignada la tarea de viajar a Londres, en compañía de Andrés Bello y Luis López
Méndez, en busca de apoyo para el proyecto del nuevo gobierno.
En Londres
fueron recibidos por el ministro de Asuntos Exteriores, Lord Wellesley, quien
después de varias entrevistas terminó por mantenerse neutro frente a la
situación. Bolívar, a pesar de ver frustrado el intento, encontró en esta
coyuntura el último empujón que le faltaba para decidirse a entregar su alma y
su vida por la idea de la emancipación absoluta de toda la América. La pieza
clave de esta circunstancia la halló en la figura de Francisco de Miranda,
ideólogo y visionario de la Independencia de América, quien ya había ideado,
entre otras cosas, un proyecto para la construcción de una gran nación llamada
"Colombia". Bolívar se empapó de las ideas de este hombre y las
reformuló a lo largo de una campaña que duraría veinte años.
Bolívar regresó
a Caracas convencido de la misión que decidió atribuirse. Miranda no tardaría
en seguirlo; su figura era algo mítica entre los criollos, tanto por el largo
tiempo que pasó en el exterior como por su participación en la Independencia de
Norteamérica y en la Revolución Francesa. Casi nadie lo conocía, pero Bolívar,
convencido de la utilidad de este hombre para la empresa que se iniciaba, lo
introdujo en la Sociedad Patriótica de Agricultura y Economía (creada en agosto
de 1810). Ganados ambos a la idea de proclamar una Independencia absoluta para
Venezuela, instaron a los miembros de la Sociedad a pronunciarse a favor de
ello ante el Congreso Constituyente de Venezuela, reunido el 2 de marzo de
1811. Fue a propósito de ello que Bolívar dictó su primer discurso memorable:
"Pongamos sin temor la piedra fundamental de la libertad suramericana.
Vacilar es perdernos". El 5 de julio de 1811 el Congreso declaró la
Independencia de Venezuela y se aprobó la Constitución Federal para los estados
de Venezuela.
La primera
República se perdió como consecuencia de las diferencias de criterios entre los
criollos, de los resentimientos entre castas y clases sociales, y de las
incursiones de Domingo Monteverde, capitán de fragata del ejército realista, en
Coro, Siquisique, Carora, Trujillo, Barquisimeto, Valencia y, finalmente,
Caracas. Estaba claro que una guerra civil iba a desatarse de inmediato, pues
la empresa en cuestión era todo menos monolítica. Bolívar tomaría conciencia
del carácter clasista de la guerra y reflexionaría sobre ello a lo largo de
todas sus proclamas políticas. En esta oportunidad, sin embargo, le tocó
defender la República desde Puerto Cabello. A pesar de su excelente labor
política y militar en defensa del castillo, todo fue inútil; las fuerzas del
otro bando eran superiores, y a ello se le sumaba la ruina causada por los
terremotos ocurridos en marzo de 1812. El 25 de julio se produjo la
capitulación del generalísimo Francisco de Miranda; si bien necesaria en su
opinión, esta acción llenó de ira a Bolívar, quien, al enterarse de los planes
de Miranda de abandonar el territorio, participó en su arresto en el puerto de
La Guaira: "Yo no lo arresté para servir al rey sino para castigar a un
traidor".
La estrategia de
Bolívar fue entonces huir hacia Curazao, desde donde partió a Cartagena. Su
intención, arropada en el manto de un discurso deslumbrante, era encontrar
apoyo en las fuerzas neogranadinas para emprender en Venezuela la reconquista
de la República. "Yo soy, granadinos, un hijo de la infeliz Caracas,
escapado prodigiosamente de en medio de sus ruinas físicas, y políticas":
con estas palabras prosiguió el Manifiesto de Cartagena, carta de presentación
de Bolívar ante el Soberano Congreso, en el cual hace un diagnóstico de la
derrota al tiempo que ofrece sus servicios al ejército de esa región. Los
vecinos lo acogieron otorgándole el rango de Capitán de Barrancas.
Bolívar libró
unas cuantas batallas, incluso desobedeciendo órdenes, y bajo el mismo
procedimiento emprendió su arremetida hacia Venezuela. Se inició en mayo de
1813 la Campaña Admirable, gesta que consistió en la reconquista de los
territorios del occidente del país y en forma simultánea los de Oriente a cargo
de Santiago Mariño hasta entrar triunfalmente en Caracas en agosto del mismo
año. ¡Vuelve la República! A su paso por Mérida le llamaban "el
Libertador", y con ese nombre fue ratificado por la municipalidad de
Caracas, que le nombró, además, capitán general de los ejércitos de Venezuela.
La
guerra de liberación
Estaba claro que
la naturaleza de la guerra era cambiante, lo cual no tardaría en demostrarse
nuevamente. La astucia con la cual Bolívar intentó polarizar los bandos a
través del Decreto de guerra a muerte de 1813 ("Españoles y canarios,
contad con la muerte, aun siendo indiferentes. [...] Americanos, contad con la
vida, aun cuando seáis culpables"), no fue suficiente para mitigar las
diferencias existentes entre los ejércitos de pardos y negros frente a la gesta
emancipadora. La furia de los ejércitos llaneros, al mando del asturiano José
Tomás Boves, obligó al éxodo de Caracas en julio de 1814. La República cae
nuevamente.
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Batalla de Araure (5 de diciembre de 1813) |
Había que repensar
la situación. Después de un corto pero victorioso tránsito por la Nueva Granada
es nombrado general de división, y tras lograr la adhesión de Cundinamarca,
capitán general de la confederación de la Nueva Granada, marcha hacia Jamaica
en mayo de 1815. En Kingston se dedicó a divulgar, a través de una copiosa
correspondencia con personalidades de todo el mundo, la intención de la guerra
que se estaba librando en el territorio de la América meridional. Hasta
entonces, el mundo sólo conocía la versión de los realistas.
De estos
documentos divulgativos, el más famoso es la Carta de Jamaica. En ella
reproduce el panorama de todas las luchas que se llevaban simultáneamente en
América, especula acerca del futuro del territorio, y adelanta la idea de la
unión colombiana. Y es que la escritura fue un capítulo importante en la vida
de Bolívar. El poder que ejercía su pluma, puede decirse, le garantizó gran
parte de sus triunfos. Revolucionó el estilo de la prosa haciendo de su letra
el reflejo vivo de sus pasiones, pensamientos y acciones. Sus amanuenses y
secretarios convenían en que los dictados del Libertador "tenían ganada la
imprenta sin un soplo de corrección". Desde el despacho de Jamaica
preparaba la nueva estrategia para Venezuela.
La reconquista
de Venezuela tardaría seis años en conseguirse. Las expediciones se iniciaron
en Margarita, continuaron su escalada por el oriente en dirección hacia
Guayana, habilitaron la navegación del Orinoco en marcha hacia los llanos y,
después, por el Ande hasta Boyacá y Bogotá, y desde el occidente hasta
Valencia, para sellar la independencia definitiva en Carabobo, el 24 de junio
de 1821.
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Batalla de Carabobo |
Fueron los
tiempos de Pablo Morillo, enviado del ya liberado Fernando VII. Vencerlo fue
tarea difícil, y Bolívar tuvo que emplear nuevas estrategias de adhesión:
proclamó la libertad de los esclavos, ofreció tierras a cambio de lealtad
militar. Obtuvo la lealtad de los ejércitos llaneros, al mando de José Antonio
Páez, vitales en la liberación de esta contienda junto a un contingente
importante de soldados y generales europeos, británicos fundamentalmente,
quienes anhelaban unirse al Libertador. Simultáneamente, Bolívar se encargó de
la reconstrucción política de la región: convocó un Congreso en Angostura en febrero
de 1819, donde pronunció un célebre discurso en el cual instó a los
representantes a proclamar una constitución centralista y la creación de la
Gran Colombia.
El sur se
encontraba en la mira de Colombia, es decir, de Bolívar. La liberación y
adhesión de Quito y Guayaquil resultaba fundamental para mantener la hegemonía
de Colombia en el continente. Ello fue logrado, desde el punto de vista
militar, en la batalla de Pichincha, y desde el punto de vista político, por
las negociaciones adelantadas por Sucre y Bolívar en la región. La jornada de
Independencia, sin embargo, terminaría en Perú con las batallas de Junín y
Ayacucho, en 1824.
El valor
estratégico que tenía la liberación y conquista de este territorio por parte
del ejército Libertador era promover la salida definitiva de los españoles del
territorio americano. Pero, además, se trataba del triunfo de la ideología
bolivariana republicana sobre la propuesta de construir una monarquía en los
territorios del sur, defendida por la oligarquía peruana y secundada
aparentemente por José de San Martín, "Libertador del Sur" y
"Protector" de aquellas tierras. Ambos libertadores se reunieron en
Guayaquil en julio de 1822 con el fin de tratar éste y otros asuntos relativos
a la guerra. Nunca se supo de qué hablaron, pero el curso de los
acontecimientos brinda la evidencia de un pacto en el cual San Martín cede.
Bolívar anhelaba para el Alto Perú su reivindicación definitiva como tierra
incaica frente a la devastadora clase dominante limeña. En ese territorio,
después de la batalla de Ayacucho se construye una nación con el nombre de
Bolívar (Bolivia). Sucre queda al mando y Bolívar regresa a rendir cuentas al
Congreso colombiano; corría el año 1826.
Los meses que
precedieron la muerte del Libertador en Santa Marta, en 1830, le significaron a
Bolívar la evocación de la memoria de su amarga derrota política. La
trayectoria desde lo alto de la cima del Chimborazo cuando Bolívar deliraba y
se confundía con el "Dios de Colombia" hasta su renuncia a la
presidencia de Colombia en abril de 1830, significó para Bolívar la lucha por
la verdadera construcción de las naciones. Abogó en todo momento por la
edificación de un Estado centralista que lograra cohesionar aquello que en
virtud de la heterogeneidad racial, cultural y geográfica no resistía la
perfección de una federación.
Todo fue inútil.
Las pugnas caudillistas y nacionalistas vencieron y procedieron a la separación
de Venezuela y Ecuador de la Gran Colombia. Recordaba a Manuelita Sáenz, su
último amor y la "Libertadora" de su vida en el atentado del 25 de
septiembre de 1828, en Bogotá; también evocaba otros amores y otros atentados.
Lloraba la muerte de Sucre, recordaba y deliraba, y así murió, solo y
defenestrado de los territorios que había libertado, por causa de una
hemoptisis, en la Quinta San Pedro Alejandrino, el 17 de diciembre de 1830. En
1842 el gobierno de Venezuela decidió trasladar los restos de Bolívar, según su
último deseo. Desde entonces, su legado ha devenido mito y veneración como
"fundador de la patria".
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